Capitulo 24

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Las calles parecían ir estancadas en el tiempo, el reloj se había detenido o yo iba como un loco en el auto, la una o la otra me tenían sin cuidado, solo quería correr al límite.

Hay un momento en la penumbra, donde la tristeza danza sobre el tiempo y la oscuridad te susurra recuerdos, hay un destino al final de cada tramo y un sin fin de posibilidades si cerramos los ojos, trataba de sonreír lo más que pudiera en cada semáforo en el que paraba para no sentirme vulnerable, la gente me miraba perpleja. ¿Que hacía un chico de 19 años conduciendo un deportivo en una ciudad tan chica? No sé así era yo. A pocos metros de salir de la frontera sostuve el acelerador a fondo y sin mirar atrás abandone por un momento todo, solo sentía la música en la radio y el aire sobre mis párpados.

Recorrí varias ciudades hasta llegar a una de mis oficinas en Mariquita, una ciudad bastante calurosa y poco agraciada. Pasaba a ver el inventario y revisar las ganancias del mes solo para salir de la rutina. Así pasó el tiempo mientras bebía algo de eso whisky sobre el escritorio de la sala de espera. Cuando recordé la hora ya eran poco más de las 11:00, algo ebrio tome las llaves del auto, le dije a un amigo que me acompañara por el camino para hacer más llevadera la ruta y no dormirme a medio camino, todo iba bien; lo que no sabía es que más adelante todo se iría más a la mierda, cómo de costumbre.

Diario de un ansiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora