Nubes

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Poché.

Abrí despacio los ojos y los primeros rayos de sol se asomaban entre las nubes, suspiré, me quedé mirando fijamente a la nada por la ovalada ventana de aquel avión privado, propiedad de Aizu.

—¿Todo bien? —La voz ronca de una Daniela que recién despertaba me hizo aterrizar.

—No, aún te odio. —Mi respuesta fue seca y contundente. Ella rió bajito.

—¿Tienes hambre? —Preguntó luego de que mi estómago lanzará un rugido escandaloso.

—Me muero de hambre, ¿Acá hay algo que alimente a una pequeña mujer que casi deja el corazón en una entrada clandestina de un hangar? —Puse mi mejor cara de víctima, pero en el fondo sentía una felicidad inmensa, pasar de creerla pérdida a tenerla a mi lado preocupada por mi estómago vacío.

—Déjame ir a ver, traeré todo lo que encuentre en este avión. —Me miró fijamente y sonrió como cuando alguien sabe que tiene todo ganado. Ella ha ganado todo, pero yo también. Cuando se iba a levantar la sujete de su abrigo negro y la regresé a su puesto.

—¿Cuánto tiempo llevamos en ese aparato? —Recosto la cabeza en mi hombro como pudo y suspiró.

—Debes inventar mejores pretextos para pedirme que me quede a tu lado —Suspiré resignada. Se había dado cuenta que no la quería lejos ni un segundo.

—¿Cuánto tiempo llevamos montados acá? —Volví a preguntar.

—Majo, llevamos casi veinte horas viajando, en la madrugada hicimos una pequeña escala en Bogotá para cargar combustible y estamos a nada de aterrizar en Río de Janeiro —Juliana estaba arrodillada en la silla que se encuentra de frente a nuestros asientos sonriendo tímidamente.

—Complice —Acusé mirándola seriamente.

—Creo que es hora que dejes la pataleta y aceptes que estamos todos felices por fin, María. —Aizu se levantó y caminó hasta el final del pasillo atravesando la puerta que separaba la cabina de pilotos de nosotros.

—Ustedes están locos —Me puse de pié y vi a Juan y a Karina durmiendo plácidamente a dos puestos detrás del mío —Malditos —Susurré.

Caminé directo al baño, antes de cerrar la puerta vi a Daniela entrar a la pequeña cocina, volví a sonreír. Era inevitable, en esta historia de amor se pasa de el sufrimiento extremo a la angustia implacable y se muere en la felicidad más increíble, pero vuelve y empieza, es un circuito de nunca acabar, así que debemos acelerar y saber meter los cambios en los momentos precisos ....



..... ¿Quieren que regrese? 😎

@ARivera_7 déjenme saber 🥺🥺🥺







KILÓMETRO 7 - CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora