Kilómetro Siete.

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Cuatro meses habían pasado luego de la última vez que vi a Daniela, luego de esa mañana que descubrió, o bueno, que descubrimos que Manuela Gómez, su mánager y mí ex, era quien había pagado una cantidad absurda por un motor que no sabía si funcionaría o no.

Manuela, resultó ser la primera chica que llamó mí atención cuando apenas tenía trece años, íbamos a la misma escuela y por azares de la vida, una noche en mí casa realizando un trabajo de ética, la besé. Desde ese día comenzó una historia de amor bastante típica, el primer amor, el más bonito, pero también el más doloroso, el que te inaugura en las mieles del dulce y doloroso amor. Todo acabó un día después de graduarnos, Manuela se marchó a Inglaterra junto con su madre, y yo, pues me quedé en Bogotá. ¿Fue duro? Si, pero a esa edad todo es difícil, todo es más dramático, pero maduré, incluso hace algunos meses volvimos a hablar, y nada, no sentí nada. Cuando se presentó junto a Juliana Calle a recoger el auto con el motor no oficial, más veloz del mundo, sentí alegría, fue como recordar la infancia y nada más.

Daniela y Manuela discutieron un poco en ese momento, haciendo que Daniela se retirara del lugar molesta, no entendí nunca que sucedió con ellas dos, a Daniela no la volví a ver, me enteré por las noticias que hace unas semanas McLaren la había presentado a ella y a su compañera Gio oficialmente, también leí de la rivalidad que se avecinaba entre ambas corredoras.

Muchas noches he estado tentada a dejarle un mensaje preguntándole como se encuentra, pero me arrepiento, ella no tuvo la delicadeza de despedirse. Hoy estoy citada a una reunión a la oficina de Juliana Calle, me habló de un negocio y por simple curiosidad acepté. Son las diez y venticuatro de la mañana y debía estar en ese lugar en una hora exacta, aprovecharía para correr un poco en esa bella camioneta negra, aún no me acostumbro a tener tan lujo carro y haberlo ganado en menos de sesenta segundos.


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—Hola, vengo a ver a Juliana Calle— Saludé a la chica de recepción.

—¿Cuál es su nombre?— Preguntó sonríente.

—María José Garzón— Respondí.

—Deme un momento— Tomó su lugar y marcó rápidamente a algún lugar, mientras ellas confirmaba la cita, me dediqué a observar los enormes cuatros y fotos de Daniela y sus triunfos, de Germán Calle y su afición al golf.

—Señorita, acompañeme— La chica llamó mí atención, sonreí y la seguí.

Caminamos atravesando un jardín enorme y al llegar a una mesa en medio el lugar volvió a hablarme.

—Espere un momento, Juliana ya viene, ¿Desea algo e tomar?— Me perdí un poco en el lugar.

—Agua con gas, por favor— Respondí viendo a todos lados.

—Enseguida— Se retiró de inmediato.

Seguí admirando el lugar, era hermoso, lleno de una paz inmensa, jamás pensada para una familia llena de tanta adrenalina, me levanté, quería acercarme a una planta que me llamó mucho la atención, sus flores tenían tres tonos, algunas eran blancas, otras salmón y otras fucsia, pero era la misma planta, muy curiosa.

—Hola, disculpa la espera— Juliana se acercó a todo a prisa, me entregó una botella de agua con gas y me invitó a sentarnos en la mesa —¿Cómo estás?— pregunto dejando unos documentos encima de la mesa.

—Bien, ¿Tú?. Me tienes algo ansiosa— Le respondí con la seriedad que me caracteriza.

—Bien, algo enredada con algunas cosas del nuevo proyecto— tomó un sorbo del té que traía y me miró —Seré directa, Poché—.

KILÓMETRO 7 - CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora