Daniela.
No pude defenderme, Poché me tomó del brazo y me saco de su casa, por más que quise hablar y disculparme lo último que oí fue un portazo frente a mí rostro. Me quedé de pie con la frente apoyada en la puerta de entrada a la casa de los Garzón con la conciencia clara, la había cagado hasta lo más profundo.
Empecé a caminar de regreso a casa, con un sentimiento extraño, un dolor profundo y con la certeza de que había roto algo que no se podía reparar. Cada paso que daba estaba lleno de miedo, de angustia, sentía que mientras más me alejaba de la casa grande, más la perdía.
Pasé frente al taller donde inició nuestra historia, me detuve a mirar al rededor y recordar los momentos en que empecé a amarla, en como la miraba sin que lo notara, en los primeros coqueteos, en esa noche donde me ganó por primera vez, donde se hizo dueña de una camioneta y se escrituró mí corazón.
Retomé la marcha sin prisa, permitiendo que cada paso me doliera en todo de mí ser, lo merecía, esta noche lo había hecho todo mal. Llegué al árbol donde me confesó que me observaba correr y, desde donde saltó, la ya inexistente malla para ayudarme aquella noche que mi Ferrari falló.
María José Garzón Guzmán, la chica que con sus manos sucias de grasa, overol impecable y, sonrisa perfecta se robó mí corazón, hoy, la chica a la cual yo, le destrocé el suyo. Inseguridad de mierda.
Atravesé la pista ubicada en los predios de mí padre, ingresé al garaje y encendí las luces del lugar, un brillo intenso iluminó el espacio, caminé un poco y tome el cobertor negro que cubría mí Aperta, tiré de el para dejarlo al descubierto. Carro fascinante, aún me hacía sentir adrenalina de solo verlo. Me senté frente al volante y pulse el botón de encendido. Al escuchar el motor rugir cerré los ojos. Increíble.
En cada recuerdo estaba ella. Aquella misma noche arreglando el motor de esta máquina, aquella noche cuando la grabé conduciendo con gran talento y agilidad, ahí estaba de nuevo, ese nudo en la garganta. Aceleré y salí para tomar el circuito y simplemente perder la noción del tiempo. Aceleré y aceleré por horas, el zumbido del motor no me permitía dejar mí mente volar más allá, pero calculo que estuve dando vueltas unas dos horas y solo ese tiempo bastó para recordarla desde el día uno hasta hoy.
Frené bruscamente causando que el carro derrapara un poco montándose sobre el césped, había caído en cuenta que Poché me amaba, pero que se amaba aún más a ella y que está cagada no era una simple cagada, ella no me necesitaba a mí para nada, antes de mí ya lo era todo. Ella no me va a perdonar. Tres golpes recibió el volante, y un llanto incontrolable empezó a liberar el dolor que yo misma me causé. Recosté la cabeza en el volante y después de tanto llorar me quedé dormida.
Unos golpes en el vidrio me despertaron, seguía oscuro, aquella madrugada se rehusaba a recibir rayos de luz. No podía ver quién estaba afuera, los vidrios estaban empañados, abrí la puerta y la vi ahí, de pie con las manos dentro de su buzo negro.
—¿No piensa dejarnos dormir?— Dijo sería.
—Hace rato dejé de correr— Respondí mientras me bajaba del carro.
—Yo nunca me quise aprovechar de ti— Dijo de la nada —Bueno, quizás sí, solo aquella noche para conducir está belleza— Sonreí.
—Es tuyo— Le dije. Una paz empezó a invadir mí cuerpo.
—No, es de Daniela Calle. ¿La conoces?— Preguntó, mientras admiraba el carro.
—Perfectamente, es la mujer más estúpida de este universo. Produce vergüenza— Seguí un juego del cual desconocía el destino.
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KILÓMETRO 7 - Caché
FanfictionVelocidad, motores, grandes premios, clandestinidad y mucha soledad llevan a dos mujeres a enfrentarse a la carrera más importante de sus vidas. El amor. Adrenalina, la palabra perfecta para definir a Daniela Calle, piloto profesional de la Fórmula...