Uniendo piezas.

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Poché.

Después de llegar a casa mí mente seguía activa, llena de pensamientos confusos y adrenalina al cien, hace meses no corría y hacerlo de nuevo ganándole a una estrella profesional era, simplemente, de locos. Sentada en mí escritorio solo observaba esa maravillosa camioneta que gané esa misma noche, no tenía idea que haría con ella, intentaría devolverla al día siguiente.

Encendí la pantalla del ordenador y quise darle un último vistazo a los planos del motor que en unas horas empezaría a construir, está perfecto y algo en mí, me decía que la vida de Juan y la mía, sería otra después de construir aquel motor.

Un ruido conocido por estas épocas aplastó la tranquilidad de aquella noche, un motor zumbaba a gran velocidad en lo propiedad vecina, señal que la temporada de la F1 había culminado y que la representante de nuestro país, vecina y ahora conocida, Daniela Calle, estaba de regreso. Salí y caminé discretamente hasta la malla dónde solía sentarse Juan a verla correr desde la clandestinidad, recosté mí cuerpo a una columna metálica y resguarde mis manos en el bolsillo delantero de un enorme buzo negro que llevaba esa noche.

Observé. Maravilloso auto, motor poderoso, pero algo andaba mal, luego de la cuarta curva sus luces y motor se apagaron y por la velocidad en la que corría temí lo peor, en una ágil maniobra su piloto logró llevarlo al césped, reduciendo la fricción y reduciendo la velocidad hasta implementar el freno de mano sin una consecuencia catastrófica. Unos cuatro centímetros separaban la trompa de aquel costoso vehículo de un muy grueso muro de cemento que levantaba una gruesa malla metálica, y unos dos metros me separaban a mí, de ese vehículo. El tiempo se detuvo, analice en cuestión de milésimas de segundo lo que hubiese pasado si Daniela no lograba controlar el Aperta, y si el muro cedía por el impacto. Unos movimientos dentro del vehículo llamaron mí atención, observé un golpe al volante y a Daniela recostada en el, con un instinto de invasión a propiedad privada, trepe la malla hasta estar a su lado, abrí la puerta del copiloto.

-¿Estás bien? ¿Te ayudo en algo?- Le ofrecí mí mano, me miró, y tardo unos largos segundos en aceptarla y salir del auto.

-¿Qué haces aquí? ¿Me veías correr?- Preguntó algo desorientada, entré en su carro y presioné el pequeño botón aqua que abría el compartimiento del motor, quería revisar ese motor y descubrir la causa de su falla.

-Digamos que sí, no podía dormir y tú ruidoso auto llamó mí atención- Sonreí, con delicadeza alce el vidrio que funcionaba como capo en la parte trasera de aquel espectacular vehículo. Ella sonrió.

-Caíste como un rayo desde la cima de esa malla, ¿Sabías que entrar así a una propiedad privada da cárcel?- Ella sólo me miraba revisar su auto sin autorización ninguna, se recostó en la malla metálica, y sacó su celular.

-Pues, no te podía dejar morir de un ataque dentro de esta maravilla, que pena manchar la historia de este precioso con un ataque de ira de su dueña- Soltó una risita que me hizo sonreír con ella.

-Eres invasora de propiedades privadas, ahora estás ahí trepada en mí carro, metiendo tus manos en el motor, ¿Qué sigue después? ¿Donde más me meteras las manos?- Ese último comentario hizo que la vergüenza llegará de golpe a mí rostro, dejándolo carmesí en su totalidad -Eso último se escuchó tan mal, lo siento, quise decir otra cosa- Su rostro también estaba rojo y solo reaccioné con una risa nerviosa, la cual ella siguió sin problema.

-Tan mal sonó que dos tomates pasan más desapercibidos que nosotras dos, me hiciste dar vergüenza, y a ver, yo no soy una invasora, primero, quise ver que estuvieras bien, todavía debo devolverte una camioneta y segundo, ¿Crees que perderé la oportunidad de arreglar un Aperta propiedad de Daniela Calle? O sea, obvio no- Tomé asiento en el puesto del piloto, cuero rojo ahumado, giré la llave y encendió con facilidad, aceleré y ese motor se impuso en medio de aquella noche, Daniela me observaba desde la malla con una sonrisa torcida. Se acercó, cerró la puerta, se apoyó en ella.

KILÓMETRO 7 - CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora