Desde que te conocí.

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Daniela.

—No me interesa—Trataba de respirar profundo mientras caminaba al motorhome con Amalia detrás de mi.

—¿En serio? Parce, yo no te creo eso— Amalia entró tras de mi dejando la puerta abierta. Me quité el overol y sentí el golpe del frío.

—María José Garzón, solo apareció en mi vida para jodernos todo— Mi tono de voz fue un poco más alto, intentaba que Amalia me dejara en paz.

Hace dos semanas mi hermana me contó todo lo que sucedió cuando vió a Poché en aquella reunión, me contó de su soberbia y altaneria. Nada raro en una persona acompañada por un poderío de mafiosos. Aún no podía creer que la persona que conocí se convirtiera en un ser tan detestable.

—Que curioso Daniela, yo recuerdo que cuando María José llegó a tu vida, la cambio totalmente, tu suerte empezó a cambiar, tu amor por los carros cambió, estuvo ahí, amándote como nadie ama ahora, apoyándote cuando no podías dar un paso por ti sola. Que curioso que te hagas la ciega y que no veas la realidad— Amalia camino hasta la salida y se detuvo antes de salir —Tu deberías estar enojada con tu hermana, planeo y planeo, pero jamás pensó en la vida de las personas que se arrastró, entre ellas estuvieron ustedes dos. Que injusticia— La rubia salió del lugar dejando un portazo a tras ella.

Esta escena se repite cada que puede y logra taladrar mi vida, me hace dudar de mis decisiones, pero luego pienso en lo que me dijo Juliana momentos antes de hablar con ella en el escondite de Aizu en Bogotá.

"Ayer era el papá de Aizu. Mañana será alguien más, ellos siempre tienen enemigos y nuestra familia siempre será su punto débil"

Pensando en mis padres, ambas, tomamos la decisión de alejarnos, por otro lado la muerte absurda de Juca, que después de tanto pensar dejó de ser absurda para mí, era él o Juliana. Eso me hacía comprender un poco, pero aún sentía rabia por el engaño, por la mentira, por la traición.

Antes de darme un largo baño con agua caliente tomé una maleta pequeña y empaque un par de cambios de ropa, mañana viajaría a Tokio, acompañaría a Juliana a esa última reunión. Me lo pidió y no pude negarme. Me senté un rato en la cama y sentí como cuando no la conocía, esas noches vacías después de correr, después de caminar al motorhome en busca de una falsa paz, paz que encontré cuando la conocí aquella noche en Bogotá, cuando descaradamente me ganó mucho más que una carrera.

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Dos días después.


El jet lag me estaba golpeando fuerte, cuando quise quedarme dormida los golpes en la puerta me avisaban que era hora de organizarme. Ese día la reunión se llevaría a cabo en uno de los hoteles de Aizu en medio del desayuno, luego iríamos a ver los carros escogidos para correr, se llegó al acuerdo que Juliana tendría su piloto y Aizu el suyo, solo para eventos especiales, del retos compartirían un solo piloto. Escuché que trabajaban en tres carros, los cuales estaban disponibles tanto para Aizu como para Juliana, conociendo la capacidad de Poché y Juan, esos motores serían los mejores.

Mientras me arreglaba después de bañarme, pensaba en que la vería, que quizás sería incómodo o no, que quizás ella era la misma o no. Tomé mi celular y leí el mensaje de Juliana, decía que me esperaba en el lobby, metí algunas cosas en el bolso y salí al ascensor, al entrar estaba vacío, un común espejo permitía que me apreciara completa. Esa mañana elegí un pantalón negro con rotos en las rodillas, unos tenis blancos de la marca que me patrocina, una camiseta blanca sencilla, traía poco maquillaje y mis lentes de lectura. En ese momento noté que mi cabello estaba notablemente largo, debía cortarlo un poco.

KILÓMETRO 7 - CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora