¿Qué hacemos ahora? Parte 4.

904 62 9
                                    

Relato corto.

Parte 4.

¿Qué hacemos ahora?

18 de septiembre.

Tomás sigue dando vueltas por el salón. Han pasado horas, incluso ya es 18. Yo tendría que haberle dado ya su regalo a Eva, y sin embargo, estamos sentados en el sofá, mirando como mi madre nos mira fijamente y como mi hermano no deja de dar vueltas, pasarse las manos por el pelo y maldecir por lo bajo.

Suspiro, mirando a Eva.
Yo sabía que a él le gustaba. Yo sabía que no debía fijarme en ella. Pero lo hice cuando ni siquiera sabía quien era.
Cuando supe que se trataba de la amiga de Tomás, me fue imposible olvidarme de sus ojos, de todo lo que habíamos vivido la noche anterior. Yo ya tenía planes con ella para no dejar de verla.

-Ya está bien ¿No? -Extiendo las manos, cansado de que me digan que todo lo hago mal. Ni que hubiese matado a alguien.-
-¿Ya está bien? Tú lo sabías todo y no te importó nada. -Tapo mi cara unos segundos, producto de la frustración.-
-¿Sabías qué? -Los ojos de Eva buscan los míos.-
-Que le gustas, que lleva loco por ti meses.
-Y aún así no te importó nada. -Me está cansando el tono que usa mi hermano.-
-No sabía que era ella cuando la conocí. No lo sabía y cuando lo supe ya era tarde porque ya me había enganchado a ella. Ya había decidido no dejarla escapar.
-¿Yo te gusto?

Eva gira la cabeza hacia Tomás, que agacha la suya con vergüenza. La castaña sigue interrogandolo con la mirada, esperando una respuesta, quizá una explicación a por qué nadie le había dicho eso antes.
Mi hermano no le contesta, y yo comienzo a impacientarme.

Mi madre me saca del salón, para que hablen solos. Dice que es una conversación de dos en la que no tenemos que meternos.
Le dejo un beso en la mejilla a Eva antes de salir, antes de que la mirada de mi hermano me fulmine. Son cuchillos imaginarios que se clavan en mí y que siento cuando la mano de Eva agarra mi cara y deja un pequeño beso en mis labios a modo de despedida, queriendo decir que todo va a estar bien.

Subo las escaleras hasta llegar a mi habitación.

-Lo siento. -Mi madre abre la puerta antes de que se termine de cerrar.- De verdad que lo siento.
-No importa.

¿Cuantas veces hemos dicho que no importa algo cuando realmente sí que lo hace?
Claro que importa, importa cuando duele.
No somos más fuertes porque digamos que no importa nada y pongamos la otra mejilla. Solo es una coraza que nos ha llevado mucho tiempo construir.
Cada "da igual", "no importa", "estoy bien", es una pared de ladrillos que nos recubre.
No es fácil quitarlas una vez qud están puestas.
No es fácil dejar que nadie mire por encima.
Por eso quizás, ese "no importa" que acabo de decirle a mi madre, realmente significa que no importa.

-Claro que sí Hugo. Me equivoqué. Yo...
-No te equivocaste, yo soy así, era así. Solo perdiste la fe y dejaste de querer verme. Y así no viste lo que realmente pasaba.
-Lo siento mucho. -Esta vez preferí no contestar nada, preferí callar. Dejar que se acercase y me abrazase.- Me gusta esa chica.
-Al parecer, le gusta a toda la familia.

A todos nos gusta Eva, y a todos de una forma totalmente distinta.
Cuando mi madre se marcha de mi habitación, cojo el regalo que guardo debajo de la cama. Una caja de color rojo, con un lazo envolviendola.
Sonrío al pensar en lo que hay dentro, pesa un poco, así que no va a esperar nada.

Le doy golpecitos con los dedos, nervioso porque están tardando bastante en subir.
¿De qué tienen que hablar tanto?
Tomás le dirá que le gusta, Eva le dirá que a ella no, y conociendo a mi hermano se enfadara, conociendo a Eva querrá irse de esta casa.
Mi parte es convencerla para que se quede conmigo la semana que aún le queda de vacaciones.

Relatos Cortos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora