Lo que las perseidas unió...

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Lo que las perseidad unió...

14 de agosto.

Miro el cielo cuando mis pies vuelven a caminar sobre tierra firme.
Inspiro hondo el aire y el olor que solo está en mi memoria pero que me hace sonreír al saber que estoy de nuevo aquí.
Que después de años fuera, vuelvo a pasar esa tierra que un día fue mi hogar.

Tres años para ser exactos, tres años en los que han cambiado muchas cosas.
Menos una.

Ajusto la gorra que utilizo para tratar de pasar desapercibido y me coloco las gafas de sol. Agarro la pequeña maleta que me dio tiempo a preparar cuando decidí subirme al primer avión que me trajese de vuelta a España.

Saber que día era, saber lo especial especial fue años atrás, me empujó a querer volver. Aunque fuese solo hoy.

Tres años desde la última vez que vi a Eva, desde que nos despedimos aquel día sabiendo que tenía que irme.
Tres años en los que su recuerdo no me ha dejado solo ni un segundos. En los que no he podido sentir nada al besar otros labios.
Tres años que me han servido para darme cuenta de que hay personas destinadas, para creer en eso, para hacer mi vida, tenerlo todo y a la vez sentir que me faltaba lo más importante.

Suspiro cuando consigo pasar por las puertas del aeropuerto sin que nadie me reconozca. En estos años fuera, mis canciones han llegado a muchos sitios del mundo, me reconocen y me paran por la calle para hacerse fotos conmigo.

Observo como el sol se va escondiendo, como parece tener prisa por dejar salir a la luna para que la contemplemos brillando en la oscuridad de la noche.
Hoy también la acompañarán las estrellas que un día se quisieron quedar a ver como un chico rubio se confesaba a quien siempre ha considerado como el amor de su vida.

Y es que cada día que pasa estoy más seguro de que no voy a poder querer a nadie como la quiero a ella. De que quizá siempre nos hemos buscado en el momento equivocado, que no había llegado ese momento que fuese totalmente nuestro.

Acelero el coche de alquiler y salgo rápidamente a la carretera, en la radio suena una de mis canciones y la apago. Lo hago solo para poder disfrutar del camino sin que mis letras me recuerden que dos veces nos dejamos ir y ella no está junto a mí.
Porque cada canción, cada maldita nota que salía de mí era por ella.

Antes de darme cuenta, la noche ha caído sobre mí y yo voy entrando con el coche en su calle.
Su casa sigue igual que la recordaba, sigue siendo de paredes blancas y el jardín cuidado en la entrada.
Su ventana tiene la luz encendida y la cortina echada.
Puedo distinguir su silueta bailar como tantas veces ha hecho frente a mí y sonrío. Sonrío como el gilipollas más enamorado del mundo.
Quiero quedarme a contemplarla toda la noche, que mis ojos la miren aunque sea a través de la cortina que deja pasar la luz.

Pero no puedo quedarme, no cuando no soy capaz de bajar y decirle hola.
Quizá me dejo vencer por los nervios del momento, quizá me dejo vencer por no saber como va a reaccionar. Y me voy.
Sigo avanzando y dejo el pueblo detrás de mí después de recoger un poco de comida china.

Solo me detengo cuando reconozco el sitio donde aparqué hace años con ella como copiloto.
Es nuestro sitio desde entonces.
Envuelto en la oscuridad de la noche y del campo.
Rodeado de sonidos que no me molestan en absoluto.
Pero solo.
Sin Eva.

Salgo y dejo la comida encima del capó. Hoy más estrellas brillan y según he visto en Internet, una nueva de perseidas va a comenzar, aunque no será el día en el que más estrellas pasen fugaces por el cielo.

El sonido de mi teléfono me hace maldecir por lo bajo cuando estoy abriendo las bolsas para comenzar a comer.

-¿Dónde estás Hugo? -Por su tono de voz creo que ya sabe la respuesta. No es amable, más bien es duro.-
-Parece que tú ya lo sabes.
-En dos días tenemos que viajar a México.
-Lo sé, y estaré ahí. -A menos que Eva me diga que me quede con ella, porque en ese caso lo haría sin mirar las consecuencias.-
-No sé en qué estabas pensando, si necesitas unos días para estar con tu familia podría ser después de la gira y...
-No es eso.
-¿Entonces?
-Tenía que ser hoy. Anoche sentí que tenía que estar aquí. Yo...
-No sé qué se te habrá pasado pero mañana tienes que estar de vuelta.
-Lo que pasa es que es ella, que siempre ha sido Eva. Llevo enamorado de ella desde que dejé de usar pañales. Y por mucho que me alejo, siempre volvemos a cruzarnos en el camino del otro. Y siempre digo que no es el momento. ¿Qué pasa si se nos acaban los momentos por dejarlos pasar?

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