Pudimos ser tú y yo pero le tuvimos miedo al éxito.

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A veces por mucho que pretendas evitar algo o a alguien, el destino tiene preparado ese encuentro, lo tiene escrito y la goma de borrar ya no vale. Demasiado borrones en sus hojas, huecos vacíos y caminos alternativos para acabar en el mismo lugar.

Suspiro justo antes de mover el agua de la copa y llevarla hasta mis labios pintados de rojo oscuro, justo antes de mirar al cielo que pronto empezará a oscurecerse y al verde de la hierva que hay bajo mis zapatos de tacón. Miro a cualquier lugar menos a las caras de las personas que van y vienen, que pasean elegantes con sus trajes y ríen despreocupados.

Sé que voy a necesitar algo más fuerte que el agua cuando los latidos en mi pecho se aceleran incluso antes de que el color de mis ojos se pose sobre el suyo, soy yo quien lo ve primero, quien tiene esos segundos de más para admirarlo sin tener que apartar la vista, soy yo quien maldice tener ese tiempo para fijarme que no viene solo.
Y lo sabía, lo sabía antes de venir, desde que me llegó la invitación de boda y sin palabras pregunté si vendría.
Lo haría, acompañado.

Hugo sonríe al caminar, es el gesto que más veces le he visto hacer desde que nos conocimos, aunque el nudo en mi estómago me dice que no es igual.
Me mira y aparto rápidamente la mirada, busco a uno de los camareros que vuelven cargados de copas en sus bandejas, me acerco para coger una de vino blanco.
Y me niego a darme la vuelta para encontrarme de cara con él.

Su olor me envuelve cuando pasa a mi lado, y para mi suerte o desgracia, no se para, pasa de largo, como si yo no existiera en su mundo, como si al habernos separado me hubiese borrado de su mapa.

Ilusa de mí pensar así, pues al seguir con los ojos sus pasos y esperar a que se pare y salude a varios amigos en común a cinco o seis metros de mí, él se gira para buscarme con esa mirada verde intensa.
Y es como si un peso se desprendiese de mí, una sonrisa tonta aparece en mis labios y sé que él aprieta la mandíbula para no esbozar una idéntica.

Un nuevo suspiro se escapa directamente desde mi pecho y me giro para no quedarme tonta en él, ya no tengo derecho de hacerlo, de mirarlo hasta desgastarlo y desear dejar el color de mi pintalabios emborronado sobre su boca. Eso ya no me pertenece, no nos pertenece a nosotros dos.

-Va a estar divertida la fiesta.
-¿Por qué lo dices? -Marina se encoge de hombros y bebe de su copa, sonriendo como si tuviera la respuesta delante de mí y no la estuviera viendo.-
-Vais todos en la misma mesa.

Maldigo una y otra vez internamente y ella sonríe divertida.
Tendría que haberle propuesto yo el que fuese mi acompañante y no la de su hermana, así al menos en la mesa tendría a alguien de mi lado.

-Te odio. -Marina me guiña un ojo justo cuando anuncian que el novio ha llegado y nos colocamos en las sillas para presenciar la breve ceremonia.-
-Todavía puedes escaparte un ratito, cuando llamen a las mesas no tendrás escapatoria.

Y ese momento comienza a dar vuelta a mi cabeza, maldigo el momento en el que llegó el sobre de la boda, el momento en que acepté venir y el momento de venir.
Tendría que haber dicho que no, no iba a ser ni la primera ni la última pero... mi padre me convenció de que no ganaba ada con huir.
Lo que él no sabía es lo que estoy perdiendo por estar aquí.

El novio, pronto marido de Mamen, nuestra profesora en la academia, hace su aparición, creo que es la segunda o tercera vez que lo veo, pero evidentemente casi todos los que estamos aquí de OT es por parte de la novia.
De mi edición solo a los que volvimos después del parón del covid, con los que ella tuvo más roce y después mantuvimos algo por redes. De ediciones pasadas, varios contados también.

Profesores, Noemí, algunos más del programa y amigos y familiares de ambos.
Una boda sencilla, en un lugar que parece de cuento, una cabaña en mitad del lugar donde el equipo del Dj para después ya está preparado, el césped bien cuidado, las luces colgando de los árboles, mesas blancas y sillas también, velas alzadas sobre el suelo iluminando el pasillo que recorre el novio y pronto lo hará ella.

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