Mañana

135 18 1
                                    

No quería que pasara pero de algún modo sé que yo lo estoy buscando, que yo estoy propiciando este momento.
Soy yo quien ha mirado el teléfono y lo ha visto, esa historia de Samantha donde sale también él, aquí, en el mismo sitio donde yo estoy con mi grupo de amigas.
He sido yo quién ha visto que él no está solo y he vuelto a ser yo quien le ha hablado a Sam para acercarme a saludarla.

Sé lo que implica, verlo, verlo con otra, pero quizá es lo que necesito para sacarlo de mi cabeza, mirarlo a los ojos y saber que ya no me mira como su fuese su mundo, que ahora eso ya no me pertenece.

-Ahora vengo.
-¿Dónde vas? -Mi amiga casi me gruta al oído para que me entere debido a la música.-
-A saludar a unos amigos.

Quiero ignorar el temblor de mano y la sonrisa nerviosa que me acompañan, alzo la cabeza entre la gente para intentar ubicar a la rubia que no deja de escribirme por WhatsApp para darme su localización exacta.

-Hay un grupo de gente dando saltos justo delante, no tienen más de veinte años.

-Vale, creo que ya sé donde estás.

Me abro paso entre la gente, colándome entre parejas y amigas. Hasta que la veo, ella se gira para buscarme pero aún no lo ha hecho.
Llego hasta abrazarla por la espalda y su risa rebota en mi cara.

Sus brazos me rodean a la vez que grita mi nombre hasta casi dejarme sorda, el olor de su aliento la delata.

-¡Eva!

Da un par de vueltas conmigo y me suelta, quedándose ella de espaldas al grupo de sus amigos y dejándome a mí de frente.

Y ocurre.

Ese momento en el que miras los ojos de esa persona, aunque este a varios metros, aunque solo apenas son varios segundos, pero tu mirada se conecta y un clic en tu cabeza pone en marcha una historia.
Tu historia.
Vuestra historia.

Flashes, momentos compartidos, risas, lágrimas, gemidos, sonrisas, silencios, vosotros, el todo y la nada, el hormigueo en los dedos al rozarlo, tu piel erizandose, la confianza, los miedos, los suelos y el futuro.

La música del local pasa a un segundo plano para solo escuchar su voz aunque ahora no dice nada, para solo escucharnos a nosotros en los susurros de las madrugadas compartidas.

Tanto él como yo apartamos la mirada demasiado rápido para lo que nos querríamos mirar, pero verlo y seguir viéndolo todo no me hace viendo. Mis ojos recorren su cuerpo hacia abajo y ver su mano entrelazada con otra que no es la mía, duele.

Sin darme cuenta doy un paso atrás, hasta que Samantha tira de mí, vuelve a abrazarme y se gira para presentarme a sus amigos.

Uno por uno me saludan y yo pongo mi sonrisa más verdadera sin serlo que soy capaz y que nadie puede saber que no la siento en realidad.
No saludo a ninguno de los dos, creí que podría hacerlo pero simplemente les sonrío desde lejos y no me acerco.

-Así que tú eres Eva. -Me sonríe una chica rubia de pelo corto.-
-Eso me han dicho mis padres.
-Se llama Eva María, pero eso solo se lo puedo decir yo. -El brazo de Sam rodea mis hombros y me mira un par de segundos. Bloqueo recuerdos que no quiero sacar ahora mismo.-
-¿Te tomas algo aquí?
-No bebo. -Alzo la botella de agua que llevo en la mano, y una risa irónica me llama la atención por encima de la música, pero no lo miro.-
-Es un bebé. -Sam vuelve a abrazarme y a hablar con la voz de niños pequeños con la que hablábamos en la academia.-
-No soy un bebé.
-Claro que sí.

Relatos Cortos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora