17 de Agosto

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Relato

17 de Agosto

Me despierto por el ruido de una puerta. Levanto la cabeza pero en la habitación no hay nadie. Dejo caer de nuevo todo mi cuerpo al completo sobre el colchón, suspirando.
Estiro los brazos pero no encuentro a nadie entre las sábanas.
¿Lo he imaginado?
Juraría que Eva ayer vino a dormir conmigo.
Tres días llevamos de vacaciones "juntos" y ya hemos compartido cama, aunque solo sea para poder dormir.
Es como si ella me necesitase a mí y yo la necesitase a ella. Como si el tiempo entre los dos no hubiera pasado, como si aún fuésemos esos dos locos que se dijeron "te quiero" sin palabras la primera vez debajo de aquellas perseidas.

Me giro lo suficiente como para confirmar que ella sí ha estado aquí por el olor que ha dejado sobre la cama. La sonrisa, esa estúpida sonrisa que me sigue persiguiendo desde que la conozco se dibuja en mis labios.
Se ha despertado, se ha ido sin decirme nada.
Solo vino anoche para dormir, para recordarme que sigo enamorado de ella, que me pasa desde que tengo uso de razón.
Solo con verla ya puedo afirmar eso, durmiendo juntos, sintiendo toda la noche su cuerpo aferrado al mío, al dormir abrazándola, puedo confirmarlo.

A pesar de que quedamos en que lo mejor para los dos era dejarlo, poner un punto y final a esa historia de enormer sentimientos que no supimos gestionar, poner fin a los besos, a las caricias, a los susurros, a su cuerpo moviéndose al compás del mío, poner fin a todo eso para intentar recuperar la amistad que se nos quedó en un segundo plano. A pesar de poner fin a todo eso, los sentimientos siguen ahí, al menos por mi parte.

La ausencia de Eva en mi vida, ha dejado un vacío que en los catorce meses que hacen desde que nos dijimos adiós como pareja, no he podido llenar.
Han habido más chicas, al igual que han habido más chicos en su vida.
Pero aún así no terminan de marcharse de mi cuerpo las mariposas que comienzan a alborotarse dentro de mí cuando sus ojos me miran y sus labios me sonríen, cuando su mano agarra la mía, cuando sus brazos me abrazan o su boca deja un beso en mi mejilla.

Un ruido que parece provenir de la puerta cerrada del baño hace que de nuevo me siente casi de un salto. Sobre el colchón. Giro la cabeza levemente hacia la izquierda, intentando saber qué ha provocado ese ruido.
Unas risas enseguida me indican que son dos personas y que las conozco muy bien.
Samantha y Eva.

Me levanto al escuchar como ellas mismas intentan acallar sus risas. Movido totalmente por la curiosidad que me produce lo que tanta risa les hace.
Me es casi imposible no pegar la oreja a la madera para escucharlas, para quizá tratar de averiguar el motivo de tantas risas.

-¿Tú y Hugo qué? -Su mirada siempre intenta seguir buscando algo que le diga que nuestra historia no acabó ahí. Que sigue viva, que queda algo de eso tan grande que fuimos y nunca seremos con nadie más. Que el casi año que nos llevamos juntos fue solo el inicio de algo que luego le contaremos a nuestros nietos.-
-Somos amigos Sam. -Y aunque es verdad, duele un poco escucharlo. Mi corazón siente una punzada que lo devuelve a la realidad, que lo obliga a parar de flotar entre nubes por haber dormido tan cerca del de Eva esta noche.-
-¿Los amigos duermen abrazados como si fuesen pareja? Porque es lo que parecéis. -Levanto una ceja. Nos ha visto dormir juntos. No he sido consciente de que ella entrase a la habitación en algún momento de la noche o la mañana.-
-Nosotros sí. Somos Eva y Hugo, no es raro raro nosotros. -Siempre vamos a ser los dos, como amigos, como pareja, o como conocidos. Al vernos el tiempo no pasa, todo sigue igual que la última vez que nos dijimos adiós. Hay un pequeño silencio en el que la voz de la rubia lo vuelve a romper.-
-¿Y el guía? ¿Cómo se llamaba?
-Fabián.
-Eso. ¿Qué ha pasado para que acabes durmiendo con tu ex?

Esa pregunta también se formula en mis pensamientos. Hasta donde sé, desde el primer día el tonteo entre ella y ese tal Fabián ha sido más que evidente. Habían hecho planes ellos solos e incluso los habíamos visto besándose alguna que otra vez. También quiero saber eso, ella me dijo que no había pasado nada. Solo quiero confirmarlo. No quiero ser el gilipollas con el que va a dormir después de follar con otro. Nunca le he dicho nada de ningún chico con el que ha estado, ella es libre, puede estar con quien quiera. Solo le pedía que no viniera a mi casa a dormir conmigo o que no me llamase para que fuese a la suya a las tantas de la madrugada si antes había estado con otro chicos. No quiero ser quien la abraza después de estar con nadie. Porque sí, a espaldas de todos quienes nos conocen, seguimos durmiendo juntos muchas noches, casi todas las que ella pasa en el pueblo, incluso algunas estando fuera. Una llamada y me faltaba tiempo para coger el coche, llamar a su puerta, tumbarme a su lado y dejar que su respiración acompañase a la mía en un sueño profundo.

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