Contrarreloj.

747 39 2
                                    

Relato corto.

Contrarreloj.

-Bruno, no quiero ir a esa estúpida fiesta de máscaras.
-Te lo pasarás bien.

Y como un tonto, aquí estoy. De pie frente a la puerta del edificio donde se celebra la fiesta. Parece sacado de alguna película antigua de esas que no me gusta ver.
Incluso me he dejado poner un traje, yo, con un traje.
No pensé que este momento fuese a suceder.
Bruno insistió y aquí estoy, con un traje rojo oscuro, una camisa blanca y una estúpida máscara que solo tapa mi nariz y mis ojos.

-Vamos.
-Es la última vez que te voy a hacer caso.
-No me dirás eso luego, presiento que va a ser una muy buena noche.

Entramos al interior del edificio, un tío vestido de traje negro con una máscara del mismo color nos indica que la fiesta es arriba. Resoplo mientras voy dejando escalones atrás.
Miro la hora en mi enorme reloj, con las 22:32h y ya me quiero ir de aquí.
Apenas unos segundos después de entrar en el edificio mi cabeza me ha dado la razón de que no ha sido una buena idea venir.

Abrimos las dos puertas enormes para entrar en la sala donde cientos de personas conversan y bailan sin saber quién está en frente.
Es algo parecido a una cita a ciegas.
Con la diferencia de que yo no vengo a ninguna cita, solo vine a acompañar a mi amigo.

-Recuerdame por qué estoy aquí.
-Porque eres muy buen amigo. Voy a la barra a por unas bebidas, relájate.

Que me relaje... Es fácil decirlo para él.
Aunque no me lo haya querido decir, sé que lleva hablando por mensajes con una chica semanas, y que han quedado en verse aquí.
Se buscarán entre la multitud sin saber como son.

Minutos que se parecen a horas pasan mientras sigo planteándome el por qué aún sigo aquí.
Mi amigo ha desaparecido hace tiempo y no sé donde está.
Suspiro, dejo la copa en una de las mesas donde comienzan a amontonarse los vasos vacíos.

Las luces se apagan, la gente se agolpan y empujan, quizás buscando a alguien.
Me muevo unos metros hasta que se encienden varios focos que apuntan hacia la multitud dentro de la que me encuentro.
Parece como si eso calmase a la gente.
Me giro para salir de aquí.
Nunca tuve que haber venido.

-Perdón. -Choco con alguien, la luz nos alumbra brevemente en ese instante y puedo ver el reflejo de unos ojos azules detrás de una máscara negra. Mis ojos no pueden apartarse de esa mirada. Me quedo paralizado, mis ganas de irme acaban de esfumarse, no puedo ni moverme un puto centímetro.-
-Ha sido culpa mía, solo quería salir de aquí. -Me sonríe y es como si mis pulmones se llenasen de un aire que hace recorrer hormigas por mi cuerpo.-
-¿Vamos fuera? -Le tiendo la mano y siento un escalofrío cuando sus dedos se entrelazan con los míos.- Joder.
-¿Qué pasa?
-Nada nada.

Le sonrío y tiro de ella entre la gente, su cuerpo se pega al mío para no perdernos entre las máscaras que se agolpan en la pista de baile improvisada.
No sé ni su nombre y ya quiero grabarlo para siempre en mi memoria.

Avanzamos dejando a las personas enmascaradas atrás, dejando a un lado la sala donde están. Caminamos escaleras abajo, y ahí es cuando mis ojos se desgastan al mirarla.
Lleva un traje, rojo con un top que deja ver parge de su abdomen, acompañados por unos tacones negros altos, haciendo que casi estemos a la misma altura, parece que nos conocemos desde hace tiempo y venimos conjuntados.

No me importaría que así fuese.
Su máscara aún tapa parte de su cara.
Salimos cogidos de la mano del edificio, no sabemos a donde pero a ninguno de los dos nos apetecía seguir en esa estúpida fiesta.

Comenzamos a andar sin ninguna dirección en la cabeza.

-Me llamo Hugo. -Soy yo quien rompe el silencio que nos ha envuelto.-
-Eva, encantada. -Me sonríe y mira al suelo unos segundos después. Recoge su pelo detrás de su oreja y sus ojos vuelven a los míos.- ¿Qué hacías en esa fiesta?
-Acompañar a un amigo.
-No le dijiste que te ibas.
-Realmente no sé donde está, desapareció. ¿Y tú?
-Casi lo mismo, acompañaba a una amiga que también se esfumó. -Los dos reímos al mismo tiempo. Sus pasos se detienen y por nuestras manos entrelazadas yo también lo hago.-
-¿A dónde vamos?
-No sé, ¿Qué quieres hacer? -Muerdo mi labio y llevo mi mano hasta su máscara, quiero ver como es. Ella parece que se da cuenta y me deja que con extrema delicadeza retire ese plástico de su cara. Siete mil millones de cosas me recorren el cuerpo al verle la cara por primera vez. Mis ojos recorren cada centímetro de su piel intentando memorizarlo, queriendo dibujar siempre su rostro en mi mente. Es preciosa, y me quedaría corto describiendola. Me sonríe tímida e intenta bajar la cabeza pero mis dedos se lo impiden. Llevo la mano hasta mi máscara y me deshago de ella, para que estemos en igualdad de condiciones, para que podamos vernos.-
-Eres preciosa.
-Ya... -Sonríe vergonzosa y gira mi cara con sus manos para que deje de mirarla, pero me es imposible hacerlo.-
-De verdad te lo digo.

Relatos Cortos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora