Ni una más 💜

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Mini relato.

"[El sonido de mi teléfono, la alarma programada que en realidad no ha hecho falta, suena y me dice que es la hora.
Llevo horas despierto, esperando, desesperandome mientras miraba cada centímetro del techo y las paredes de mi habitación.
Dándole vueltas al día de hoy.

Deslizo el dedo por la pantalla para silenciar ese ruido que no me ha hecho falta para despertarme.
Mientras dejo que mis pies toquen el suelo, por mi cabeza pasan miles de recuerdos, de situaciones que sin verlo, hoy me han llevado hasta aquí.

Soy yo quien hoy alzará voz, porque ella ya no puede.
Soy yo quien no vio que todo se torcía un poco más hasta que acabó derrumbandose sobre el suelo, dejando cristales rotos que cortan, se clavan en mi piel sin infringir una décima parte del dolor que siento porque ella ya no esté.

Noto como una lágrima se desliza por mi cara, caliente y llena de rabia. Rabia por como todo llegó a su fin. Aunque por desgracia, esto nunca parece tener un fin.

Avanzo unos pasos hasta el ropero, unos vaqueros y una sudadera morada me van a acompañar, también los carteles que ella misma preparó y lloraron su partida porque hoy se quedarían en casa.

Agarro con fuerza esos carteles que dejan una pequeña descarga en mis dedos, esas letras que solas ya gritan y que necesitan ser alzadas.

Ojalá las pudieras alzar tú, yo te miraría mientras mis manos se vuelven rojas de tanto aplaudir y la sonrisa en mi cara estuviera rebosante de orgullo.
Orgullo por ver como has crecido, por ver como paso a paso ibas dejando claro quien querías hacer, orgullo por verte luchar por las cosas que no se podían quedar en tu interior.

-Mamá me voy.

Me despido con un beso rápido en su cabeza, un beso que espero seguir pudiendo darle muchos días más.

Hoy es 8 de Marzo, un día señalado en el calendario, el día de la mujer, el día en el que salen a la calle para que se las escuche, para que el mundo deje de verlas como algo inferior. No es el día que luchan por ellas, ellas lo hacen todos los días, a todas horas.
Hoy solo es el día en el que los demás las vemos empoderadas, el día en el que las vemos salir a la calle, hacer un alto y alzar su voz por ellas, por las que están ahí, por las que no han podido ir y por las que ya no podrán ir más.

Salgo a la calle, camino entre las miradas curiosas que se quedan ahí, en simple curiosidad. Ni que fuese el primer chico que va a la manifestación a apoyarlas, como si fuese la primera persona que va por otra que ya no puede hacerlo.

Después de 7 minutos vislumbro una gran cantidad de personas, todas ellas juntas imponen bastante, hace que mi corazón de un pequeño vuelco al verlas a todas aquí.
Son guerreras en una guerra en las que ellas golpean sin golpes, sin violencia, donde solo piden que se las trate como deberiamos hacerlo. Como alguien igual.

Yo también me incluyo, hay demasiados comentarios que hacemos a diario, de los que ni siquiera nos damos cuenta que no son apropiados, muchas expresiones y actitudes que damos por normal, porque eran normales en un tiempo pasado donde, todavía más, ellas estaban oprimidas.

Cambiar eso es el primer paso para llegar a lo que ellas reclaman. Igualdad, ni ser más ni ser menos, solo que se las trate igual.
Y pobre de nosotros que no somos capaces de hacerlo, nos hacemos ver como el ser vivo más estupido del planeta y de los demás planetas que puedan haber en la inmensidad del espacio.

A cada paso que avanzo hasta esas personas que esperan a que sean las diez de la mañana para empezar a caminar, el cosquilleo en mi estomago aumenta, crece y se multiplica por mi cuerpo. Están esperando a marchar, para dejar que las calles puedan ver todas las frases, todos los gritos, todas sus miradas encorajadas y cansadas de que no sean lo que realmente saben que son. De que no se las respete. De que no se las tengan en cuenta.

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