Te dije que no te quedaras. Parte 3.

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Te dije que no te quedaras.

Parte 3.

25 de Diciembre.

Sonrío mientras dejo que mis dedos se enreden en los largos mechones del pelo de Eva.
Muerdo mi labio al ver como sus ojos me miran y me dicen más que muchas palabras.
Es aquí donde quiero quedarme siempre, congelar este momento, hacer que el tiempo no avance y acabe con mi vida poco a poco.

Es irónico, nunca creí en este tipo de amor, siempre pensé que eran exageraciones de personas que veían demasiadas películas o leían novelas.
Hasta ahora no sabía lo que equivocado que estaba, hasta que no ha llegado esta castaña de ojos azules y miles de expresiones faciales a darle la vuelta a todas mis creencias y temores.

Sonríe mientras deja que su cabeza se incline para besar mis labios.
De nuevo estamos sobre las sábanas de una cama, pero esta vez no es la de su casa, es la del primer hotel que encontramos abierto.

El lugar me es casi insignificante mientras que su sonrisa me acompaña.
Ahora misma me siento el hombre más feliz del mundo.
Voy a ser papá, algo de mí se quedará aquí, la acompañará aunque no esté.

-¿En qué piensas? -Su dedo recorre la piel de mi cara a su antojo.-
-En qué siempre vas a tener un trocito de mí, de todo lo que siento por ti, aunque ya no esté.
-Hugo. -Sus caricias se paran sobre mi boca.- Aunque no existiera el bebé...
-Lo sé. -Ahogo sus palabras con un pequeño beso. Sonará estúpido, pero escuchar de sus labios lo que siente por mí solo hace que una presión oprima mi pecho, que me dé aun más temor morirme, dejarla aquí y pensar en que se romperá cuando llegue el día.-
-Solo me gusta pensar que ese bebé será una parte de mí a la que podrás seguir abrazando.

Me sonríe antes de esconder su cabeza en el hueco entre mi cuello y mi hombro. La conversación ha llegado al punto que a ninguno de los dos nos gusta, la maldita realidad que viene a explotar la burbuja de fantasía que creamos al estar juntos, donde mi enfermedad no existe o tiene una fácil cura.

Un mundo que hemos creado para evadir el dolor permanente que se instala en nuestro pecho al ser conscientes de que no viviré otra Navidad más.
Que este será mi último 25 de Diciembre.
En cinco días será mi cumpleaños y ni siquiera sé si estaré vivo entonces, el tumor avanza sin detenerse, las células cancerígenas se multiplican sin pedir vacaciones no descanso.
Parece que tienen prisa por acabar con mi existencia en esta vida.

Esta vida que irónicamente, siento completa estando al borde del precipicio, mirando a los ojos de la muerte, esperando de pie a que mis fuerzas fallen y caiga al suelo noqueado.

Lo único que este cáncer no me va a quitar, serán los recuerdos que me llevaré conmigo a donde quiera que sea que haya detrás de la muerte, el cielo, el paraíso, la reencarnación, el infierno o cualquier otra creencia estúpida a la que nos aferramos para no tener miedo a la oscuridad infinita que nos espera.

Giro en la cama, dejando el cuerpo de Eva desnudo debajo del mío.
Su risa es la música celestial que a mis oídos le encanta escuchar.
Ataco su cuello con húmedos besos y suaves mordiscos, que son correspondidos por erizantes cosquillas sobre mi cabeza.
Cierro los ojos mientras me pierdo en el contacto de su piel con la mía, tratando de inmortalizar este momento.

Pero en mi vida nada será siempre perfecto, y el teléfono de la castaña suena, interrumpiendo el clima de intimidad que volvía a cubrir el aire dentro de estas cuatro paredes, que ya nos han visto deshacernos entre las sábanas.

-Tengo que contestar, puede ser una emergencia del hospital. -Con un último beso me incorporo para apartarme de su cuerpo. Coge con delicadeza la fina tela que envuelve el colchón para cubrir la desnudez de su piel y descolgar la llamada que nos ha interrumpido.- ¿Si? -Mientras Eva escucha lo que la otra persona tenga que decirle, decido mandarle un mensaje a mi madre, aunque sea para decirle que sigo vivo, un día más.-

"-Feliz Navidad, serán las últimas que os felicite."

Nunca tuve una buena relación con ellos, apenas cumplí los dieciocho cogí la moto que con tanto esfuerzo me había comprado y dejé atrás la vida en Córdoba.
Madrid me acogió unos meses, hasta que llegué a Galicia.
Y bendita decisión de venir.
Aunque aquí se acabe mi vida, de alguna forma también empezó.
No supe lo que era estar vivo hasta que las ruedas de mi moto no empezaron a desgastarse por estas carreteras y me trajeron aquí.

-¿Lo está diciendo enserio? -La miro curioso por saber que noticias le están dando que hace que en sus ojos se encienda un brillo peculiar.- Muchas gracias, mañana a las 10, allí estaremos. -Cuelga el teléfono y se lanza a mis brazos. Una carcajada se escapa de mi garganta por ese movimiento de niña pequeña que acaba de hacer.-
-¿Qué pasa, Eva?
-Después de muchas negativas, hay un doctor que quiere hacerte pruebas.
-¿Qué?
-Quiere hacerte pruebas para intentarlo, Hugo.

No doy crédito a las palabras que salen de ella, estoy confuso, perdido, sin saber como reaccionar ni qué sentir.
¿Una esperanza?
Eso no estaba en mis planes.
Muchas ya se han ido por el desagüe del baño, no estoy seguro de poder soportar otra sacudida así.
Volver a pensar en que puedo alargar mi vida y envejecer como la gran mayoría de personas, hacer planes a largo plazo, y que al final, me digan que no puede ser, que mi final cada vez está más cerca, que es inminente y que nada se puede hacer.

No quiero volver a escuchar de las voces de médico un nuevo "Lo siento", no quiero ver una cara de compasión y pena, no podría soportar de nuevo la lástima del chico que no va a durar dos meses más.

-¿No estás contento?
-No sé como sentirme. -Aparto su cuerpo del mío con delicadeza para poder llenar mis pulmones de oxígeno. Me siento en el borde de la cama, dejando que mis pies sientan el frío que se apodera del suelo.-
-¿Qué te pasa?
-¿Y si vuelve a ser que no? ¿Qué hago?
-Lo intentaremos hasta el final. -Una sonrisa melancólica se asoma por mis labios mientras que mi cabeza se agacha y mi barbilla llega a rozar la piel de mi pecho.-
-No sé si quiero eso, Eva.
-¿No quieres vivir?
-No quiero volver a pasar por todo lo que implica una única e improbable oportunidad de seguir más de dos meses con vida.
-¿Tienes miedo? -Su mano acaricia mi espalda mientras que su cabeza se apoya en mi hombro.-
-Estoy cagado. Me aterra hacerme ilusiones, imaginar de nuevo una vida entera juntos y que de un plumazo se borre otra vez.
-Te entiendo amor. -Se mueve por la cama para abrazarme por detrás, para hacerme sentir que está aquí, conmigo.- Yo también tengo miedo de que eso ocurra, pero me aterra más de que haya una posibilidad y no la aprovechemos. ¿Y si sale bien?
-¿Y si sale mal?
-No perdemos nada, y podemos ganar una vida juntos. ¿Qué quieres hacer?

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HAY UNA CUARTA Y ÚLTIMA PARTE.

EN MEDIA HORA LA TENEIS DISPONIBLE.

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