Capítulo 18

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Los tres presentes se observaron confusos, no era extraño que alguien gritase así en el Sunny normalmente, pero desde que operaron a la bailarina todos estaban mucho más apagados.

— Quedaos, — dijo Luffy levantándose sin disimular su emoción — voy a ver qué ocurre.

— Este idiota solo quiere unirse a lo que ocurra. — comentó el espadachín causando que el cirujano pusiese sus ojos en blanco.

— No he conocido a nadie que disfrute tanto el peligro como a Mugiwara-ya.

El peliverde se encogió de hombros con una sonrisa dibujada en sus labios.

Mientras tanto, el capitán del Sunny había llegado al gimnasio, lugar de donde provenían los insoportables gritos de sus dos nakamas más miedicas: el francotirador y la navegante. Usopp y Nami seguían gritando lo más fuerte que podían, y ya habían reunido a casi todos en el lugar.

— ¡Pero ¿cuánto tiempo llevas aquí, desgraciado?! — gritaba la pelinaranja mientras le tiraba todo lo que veía a su paso.

— Big Mom va a venir a por nosotros, Big Mom va a venir a por nosotros...

El capitán observó riéndose a su nakama de nariz larga, quien no dejaba de repetir más para sí mismo que para sus compañeros aquella oración una y otra vez.

Caesar corría como podía intentando esquivar los objetos hasta que se percató de que el pelinegro estaba allí, lo que le hizo palidecer y paralizarse. Había huido de ellos, ¿qué le harían ahora?

— Ya veo...— dijo con simpleza el joven de sombrero de paja. — Pues nada, ahí tienen lo que buscaban. — comentó a Chopper y Nami señalando al científico.

— ¿Me...? ¿Me estaban buscando? — preguntó Caesar con visible emoción.

— No. — respondió tajante la chica que cinco segundos atrás le había tirado el zapato de Usopp a la cabeza. Ahora estaba más recompuesta tras el susto que se había llevado al encontrarlo escondido en uno de los armarios.

Se acercó decidida hacia él y agarrándolo de la prenda que llevaba puesta, lo encaró:

— No es por lo que tú crees. No podemos dejarte ir con Big Mom si eso implica más experimentos en niños. ¿Me oyes? Me encargaré de freírte vivo si descubro que vuelves a experimentar con esos pobres pequeños indefensos.

El científico asintió reiteradamente con cara de asustado, pero aquello era a causa de las palabras de la pelinaranja, no por la situación en sí. La realidad era que estaba feliz por estar allí, los Mugiwara no lo dejarían marchar con la Yonkou, y eso era bueno: no había tenido avances respecto a sus investigaciones y probablemente la emperatriz no le perdonaría eso, y él se consideraba demasiado joven como para morir en manos de alguien tan terrorífico como era la emperatriz Big Mom. Mantenerse junto a los Sombrero de Paja era un sinónimo de estar a salvo.

— ¿Cuánto llevas aquí? — interrogó la arqueóloga en el tono tranquilo que tanto la caracterizaba.

— ¿Tres días? ¿Cuatro? He perdido la cuenta.

— Desde que _____ llegó herida. — susurró el cocinero pensativo, que se encontraba erguido junto al resto con las manos en los bolsillos de su traje.

— Vi al tipo de pelo verde y me imaginé que vuestro barco estaba aquí, así que me colé mientras subíais todos.

— Probablemente estábamos tan preocupados por lo sucedido, que ni nos percatamos de la presencia de este. — dedujo Franky.

Robin asintió dándole el visto bueno a esa explicación.

— Bien, pues te quedarás aquí con nosotros hasta que venza a Big Mom. — finalizó el tema Luffy sonriente saliendo del gimnasio.

Lo que nos une (Zoro x Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora