Capítulo 35

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Se reincorporó medio dormida aún y observó confusa como una mano rodeaba su cintura. Buscó al dueño de esa mano y se encontró al peliverde durmiendo plácidamente a su lado, con ella misma tan solo con una camiseta y su ropa interior.

Reconoció al instante el olor que desprendía esa prenda, era el mismo olor que desprendía el hombre que dormía a su lado y que tanto le gustaba. Sonrió acomodándose nuevamente a su lado mientras el espadachín se removió para atraerla aún más hacia él y seguir durmiendo prácticamente frente con frente. La bailarina cerró sus ojos dispuesta a continuar con su sueño manteniendo esa sonrisa, hasta que se percató de la situación y abrió los ojos de par en par.

Volvió a observar su vestimenta: llevaba la camiseta de Zoro y estaba en bragas. Recordaba cómo llegó a tener esa peculiar vestimenta, pero no recordaba qué narices hacía ahí el espadachín.

— ¡Zoro! —exclamó _____ angustiada zarandeándolo fuertemente— ¡Despierta, maldita marmota! — exigió intentando quitar el fuerte brazo que rodeaba su cintura, pero solo consiguió que reafirmarse su agarre pegando su cuerpo totalmente al de ella.

Se había pasado toda la noche prácticamente despierto controlando que la chica no se destapase o que su temperatura se mantuviese sin bajar, así que tan solo llevaba 15 minutos dormido cuando ella comenzó a despertarle de forma tan brusca.

Abrió su ojo torpemente con intención de pedirle que le dejara dormir un poco más, pero cuando observó el rostro enfadado de su nakama tan cerca de él, y recordó la situación en la que estaba, tragó saliva apartando suavemente el brazo de la cintura de la joven.

— Espero que tengas una buena explicación de esto. —le dijo totalmente seria.

— Seguías congelada, no querías que despertase a Torao y... — Se encogió de hombros— No se me ocurrió algo mejor.

Y era cierto, no sabía de qué otra forma proporcionarle calor a la chica en esos instantes, así que se le ocurrió esa idea, que por supuesto no le desagradó para nada.

Por otro lado, ella comenzó a recordar levemente de nuevo como Zoro le regañó, la cambió de ropa y la arropó.

— Gracias, — respondió algo ruborizada al ser consciente de la cercanía que tenía con él— pero eso no es lo que hablamos el otro día.

— Enana, yo no quiero...

Iba a sincerarse, iba a decirle que realmente no quería estar alejado de ella, que la necesidad de tenerla cerca ganaba a su razón siempre, pero no pudo terminar la frase. No la merecía, y se lo debía. No podía seguir haciéndole daño.

Su compañera lo miraba expectante e incluso algo ilusionada. Quizá es que él no quería estar lejos de ella, o quizá eso era lo que ella quería escuchar. Pasaron unos largos segundos de silencio hasta que se percató de que él no iba a seguir hablando, pues no tenía intención alguna de abrir la boca de nuevo. Suspiró y se levantó de la cama notablemente cansada ante aquello.

— Te pido por favor que hagas como que no existo, Roronoa. Actúa tal y como te pedí.

El espadachín notó un nudo en la garganta y tragó saliva de nuevo intentando hacerlo desaparecer.

— De acuerdo. —susurró como pudo, aunque para ella sonase igual de profundo y serio que siempre. Quiso alejarse, pero antes de que la chica se marchase, la agarró suavemente de su brazo para observar mejor un pequeño detalle del que se había percatado en ese instante. La joven le observó confusa a la espera de que le dijese qué quería, pero él se levantó acercándose demasiado a ella. Alzó su mano hacia el rostro de ella, pero acabó cogiendo una de las llaves que aún llevaba colgando alrededor su cuello.

Lo que nos une (Zoro x Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora