Capítulo 26

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La mujer que acababa de entrar para refugiarse se escondió detrás de Zoro sujetándolo de los hombros mientras temblaba. Los tres se giraron a la puerta esperando a que apareciese la persona que aquella pelinegra había indicado que la mataría.

— ¿Qué está pasando? —cuestionó el peliverde confuso— ¿Quién eres?

— ¿Y por qué estás desnuda? —añadió al cuestionario el cirujano.

_____ cerró los ojos abatida cuando se dio cuenta de que sus sospechas sobre aquel lugar eran ciertas y que sus acompañantes ni siquiera se habían percatado de ello.

— ¡Ven aquí! ¡Pienso matarte con mis propias manos!

Un hombre cuarentón apareció persiguiéndola. Por su melena oscura y desaliñada, sus cicatrices, su manera de moverse y su parche en el ojo, el trío comprendió que era un pirata, y por el olor que desprendía confirmaron también que era un pirata muy borracho.

— Panda de idiotas, —les llamó cansada la enana girándose hacia ellos con ambas manos en sus caderas—¿cómo podéis ser tan ingenuos? ¡Esto es un prostíbulo!

Law, quien se encontraba parado junto al hombre en la puerta, abrió mucho los ojos impresionado. ¿Cómo no se había dado cuenta antes?

— ¿Me estaré volviendo tan inocente como Mugiwara-ya? ¿Se me está contagiando su ingenuidad? ¿La idiotez también se pegará? —cuestionó abrumado en un susurro y haciendo caso omiso a la situación en la que se encontraban en ese instante.

— ¡Pues claro que es un burdel! — gritó aquel tipo furioso mirando a la más bajita, que se encontraba a pocos pasos de él— ¡Y pienso pagar por su servicio así que puedo hacer con ella lo que me dé la gana! ¡Entregádmela! — continuó vociferando mientras la señalaba intentando acercarse.

— ¿Qué te la entreguemos? —cuestionó la peli_____ molesta— ¡Ni que fuese un objeto!

Zoro comenzó a caminar lentamente hacia ese pirata y la enana ya sabía cómo iba a acabar aquello.

La joven herida, al verse desamparada tras moverse el peliverde, se refugió detrás de la bailarina, quien extendió un poco sus brazos intentando que ese tipo no pudiese ver a la chica y dándole a entender que estaba protegida. El hombre comenzó a acercarse a ambas mujeres.

— ¡Si te entrometes tú también vas a...!

No pudo terminar la oración que iba dirigida a _____, pues Roronoa, sin siquiera molestarse en desenvainar sus katanas, agarró al hombre literalmente de la cabeza alzándole del suelo.

— Oi, ¿quién te crees que eres para entrar así en la habitación de unos desconocidos?

El hombre intentó responder, pero del mismo pánico solo le salió un hilo de voz prácticamente ininteligible. El espadachín cesó su agarre provocando que el tipo cayese de culo al suelo para después comenzar a arrastrarse hacia atrás.

—Voy... Voy a avisar a Lars de esto. —amenazó intentando recomponerse.

— Vas a irte y no vas a volver a molestar a ninguna mujer. — se adelantó Zoro cogiendo al hombre de la camisa y levantándolo del suelo bruscamente.

El pirata observó asustado al espadachín al reparar en quién era. El miedo había despejado su mente del alcohol y solo podía pensar en una cosa: sería mejor no tener problemas con el vicecapitán de los Mugiwaras: Roronoa Zoro.

Torao se acercó tranquilamente a las chicas para comprobar el estado de la herida.

— Toma, tápate con mi chaqueta. —ofreció el médico dejándose su pecho al descubierto, causando que la joven le agradeciese varias veces.

Lo que nos une (Zoro x Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora