Capítulo 23

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Roronoa dejó suavemente a _____ en la camilla para que se acomodase de nuevo para dormir. Los ruidos fuera no cesaban, la navegante regañaba a su capitán constantemente porque, en vez de ayudar a arreglar los destrozos, los empeoraba.

— ¡¡Luffy!! ¡Vas a romper todo el barco! —la escucharon gritar y justo después un buen golpe.

Zoro y _____ se miraron y rompieron a reír.

— Cualquier día los matará del disgusto...—dijo ella entre risas.

— No si Nami lo mata antes. —añadió él riéndose también, causando que ella asintiese dándole la razón.

— Por cierto, gracias. Si no me hubieses dejado el sitio, me habría sentado con Kanjuro, y no me hace especial ilusión desde que sugirió que me dejaseis morir.

— No iba a...

Un momento, ¿cómo sabía ella aquello?

— ¿Cómo sabes eso?

— Pues no sé, — respondió encogiéndose de hombros—pero también sé que me defendisteis. Muchas gracias.

El espadachín sonrió. El maldito cocinero al que tanto odiaba llevaba razón.

— El pervertido te contaba todo lo que ocurría. Imagino que por eso sabrás que ha estado pasando. — explicó intentando ocultar que en realidad fue él quien le dio esa información.

— ¿Ese bobo hizo eso por mí? — preguntó sorprendida reincorporándose de la camilla. Él asintió mientras a ella se le escapaba una sonrisa. — Será imbécil... ¡¡Sanji, te quiero mucho!!— gritó lo más fuerte que pudo, sabiendo que el rubio la escucharía.

Zoro la observaba sonriente mientras ésta se tumbaba de lado tal y como la vio al despertar por la mañana frente a él. Sintió el impulso de situarse en la silla que había al lado para dormir junto a ella, pero su cuerpo no se movió. A veces envidiaba a sus compañeros, por la confianza y la cercanía que tenían con la chica, aunque sabía de sobra que la falta de cercanía con ella era culpa de sí mismo. Observó como los párpados de la joven fueron cayendo hasta que notó que se quedó dormida, y se dirigió al lugar dónde siempre se sentaba cuando ella estaba en la camilla: el suelo.

— ¡_____-swan, yo también te quie...!

El cocinero había entrado escandalosamente, pero no terminó su declaración al verla dormir y ver al peliverde observándola.

— ¿Cuándo piensas decirle que estás enamorado de ella?

El espadachín se ahogó con su propia saliva y comenzó a toser.

— ¡No estoy enamorado de ella! —exclamó en un susurró tras recuperar la compostura— Y podrías haberla despertado, entra con más cuidado, imbécil.

— Marimo, — pronunció tras dar una calada a su cigarro— no te he visto mirar a nadie de esa forma jamás. De hecho, no te he visto mirar a una mujer antes. ¡Si hasta te quedas embobado mirándola cuando duerme! Además, siempre eres mucho menos frío con ella, la evitas, pero a la vez intentas buscar la forma de acercarte a ella... — comenzó a palabrear pensativo, otorgándole información a su nakama que ni él mismo conocía— De hecho, cada vez que mientes se te arruga la frente de forma muy graciosa cómo ahora mismo.

Roronoa iba a contestar, pero ambos se giraron a observar a la bailarina, quien se removió hasta incorporarse lentamente. Bostezó sin mirarlos siquiera, y se observaron mutuamente nerviosos, por si ella había escuchado la conversación.

— ¿Quién arruga la frente al mentir? ¿Zoro? — preguntó con voz somnolienta.

— Escuchar conversaciones ajenas es de mala educación. — la acusó el peliverde intentando mantener la calma.

Lo que nos une (Zoro x Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora