Impregnación.

El demonio Rojo. 26/45

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El Origen  de la maldición.

Soplaba un viento repentino, el cielo empezó a teñirse de rojo, y la nieve se hizo sentir; Los soldados se asustaron al momento como los copos de nieve caían al suelo, haciendo comparación como los pétalos de una rosa, con la única diferencia en que su color y olor cambiaban; De ser cristalinos como el agua, a un color oscuro.. "el olor y color de la sangre".

Jeket no se detuvo, gritó con todas sus fuerzas a más no poder, su ejército se puse de pie al escuchar el temido grito de su emperador a dar sus órdenes. La batalla esta por dar inicio, nada podría detenerlos, ellos no temían a la muerte, se habían forjado del duro clamor a los gritos de un combatiente aguerrido y el olor al campo de batalla, sus espíritus guerreros latían por sentir su sangre hervir y pelear con todo su ser en contra del enemigo, y por su emperador los soldados daban su propia vida, si fuese necesario.

Su figura era altiva, portaba su escudo y armadura tan reluciente como el sol, sin olvidar aquella espada real, heredada por su padre, "el Rey". Jeket no estaba dispuesto a perder, era el todo o nada, su reino, su honor, y en memoria de su padre daría su máximo esfuerzo.

Sus órdenes fueron: "Una y mil veces hemos estado en situaciones de peligro, me han demostrado el alto respeto que le tienen a su reino, su lealtad a mí, su emperador y a los habitantes; El Reino de los Gromanoides les da las infinitas gracias, pero hoy el enfrentamiento es diferente; Las fuerzas que rigen esta batalla son extremadamente peligrosas, el mundo oscuro desea apoderarse del reino, para luego someternos como sus esclavos, y no lo permitiremos, muchos morirán y otros llevaran en sus corazones el recuerdo de aquel soldado y amigo que se les será arrebatado en esta travesía, y si existiese entre ustedes un desertor, llevado por el miedo y la traición, entonces es el momento de elegir, porque aquél que desafiase su destino como un soldado leal, perecerá en mis manos, como un castigo a su deshonor.

Después de aquello el regimiento empezó a sentir la tensión en el ambiente, pensaron: ¡El emperador ha enloquecido!— exponer a su consorte a esta guerra era una locura, pero era leales a él, y no podían decir nada, tan solo continuar.

El cuerpo estaba inerte e inconsciente, Wei Ying empezaba a temblar, quisieron avisarle pero sería en vano, — ya conocían su respuesta. —Solo se miraron entre ellos, y un soldado se acerca y acomoda sobre el cuerpo frio de Wei Ying una manta, así podría soportar un poco más.

¡Lan Zhan! — empezaron sus pensamientos a divagar y fluir en su interior, le llamaba con lo último en su aliento que podría su cuerpo contener, su energía se enfocó tanto en el campo de batalla, que a través de sus ojos, pudo llevarlo hasta el lugar donde se encontraba. Luego se tensó al sentirse sumamente agitado, cayendo al piso por completo;

Dentro del templo Zewu Jun se percató que algo estaba sucediendo con él, intentó socorrerle pero él solo permanecía quieto, frio, sin mostrar movimiento alguno, tan solo la sensación de un fuego interno y muy candente hasta sentir rodearle, al punto de no dejarle dar un paso más.

¡Te necesito! — sintió su voz hablarle.. ¡Estoy muriendo, ya no puedo resistirlo, estamos muriendo!.. y una lagrima broto.

— ¡Ven por favor!.. ¡Lan Zhan, tengo miedo!...

Su cuerpo se resquebrajada, su mente se perturbaba al sentir caer en un profundo pozo, donde la oscuridad empezaba a dominar sus sentidos, sintiendo la desesperanza apoderarse de él.