Capítulo 2.

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Aprender a quererte.

Capítulo 2.

4 de Diciembre, 2021.

Llevo una hora delante de la puerta del hotel donde tengo que entrar a trabajar en los próximos diez minutos.
He comprado unas gafas de sol nuevas, para reponer las que rompí ayer por no ir mirando por donde camino.

Llevo sesenta minutos pensando en si entrar y preguntar por su habitación, subir y dárselas.
Llevo tres mil seiscientos segundos debatiendo con mi cabeza el porqué me da vergüenza hacer eso.
Es solo darle unas gafas por las que rompí.
No tiene nada de malo.
No hay nada más detrás.
No tiene que haber nada más detrás.

Y es que mi cabeza se empeña en imaginar que después de eso, me dirá de quedar a comer, y que le diré que sí. Que se convertirá en una cita.
Pero solo hay una persona con la que tengo que tener citas, y no es Eva.

Sacudo la cabeza, mirando de nuevo el reloj, que cuenta el tiempo que llevo haciendo el imbécil aquí fuera.
Con los dedos de la otra mano acaricio la esfera, esperando que eso me diga lo que tengo que hacer.
Y lo hace, escucho la voz de mi padre, aunque sé que es totalmente imposible.

"-Entra, dale las gafas y olvídate."

Suspiro, dejando que esas palabras se pierdan en el aire frío de este sábado, 4 de diciembre en Madrid.
Solo voy a darle las gafas, solo eso.
Camino, sorteando a las personas que andan por la calle, hasta llegar a la entrada del hotel.

No la veo a ella o a sus padres por toda la entrada. Llevo la pequeña bolsita colgando de mis dedos.
Estoy nervioso y juego con el cordón de esa bolsa.
Pienso en acercarme a la recepcionista y preguntarle por la habitación de Eva, pero habrán muchas personas con ese nombre alojadas aquí.
O puede que ni siquiera esté la reserva a su nombre.
Sin saber los apellidos estoy perdido, a merced de que por casualidad, pasen por delante de mí.

Camino fijándome en la cara de cada persona con la que me cruzo por su fuese ella, pero esos ojos azules son fáciles de reconocer y no son ninguno de los tantos que he mirado antes de empujar la puerta de "Solo empleados".

-¿Preparado para tu segundo día? Hoy va a estar más animada la cosa.

Y las palabras de Carlos resultan ser ciertas, increíblemente ciertas.
Hoy se duplica, triplica el aforo.
En parte por el cantante que viene a hacer su pequeño show.
El bar del restaurante está abierto al público, no te exigen que te hospedes allí para poder pasar, ni para consumir.

Apenas he podido parar, ni siquiera para mirar hacia la puerta, para buscar esos ojos azules que son únicos entre la gente.
La bolsa con las gafas de sol espera impaciente debajo de la barra, a la espera de que su dueña quiera aparecer.

¿Por qué tengo tantas ganas de verla?
Carlos ha dejado caer que las gafas es solo la excusa que he utilizado para volver a acercarme a ella.
Pero no es así, ¿O sí?

Sacudo la cabeza mientras el cantante termina de cantar la última canción, dando paso al karaoke que los clientes pueden utilizar para perder la vergüenza con dos copas de más.
Sonrío al ver a los primeros valientes que se animan a desafinar, porque juegan a eso, a ver quien entona menos notas musicales. Casi que no tengo dudas de eso.

Si Aurora estuviese aquí, los miraría como si pudiera mandarlos al hospital por el destrozo que le están haciendo a la que es su canción favorita, "Hot N Cold" de Katy Perry.

Miro en apenas un segundo la pantalla de mi teléfono, varios mensajes se agolpan, mostrando las notificaciones y esperando a ser leídos.
Suspiro al pensar que debería contestar, aunque sea a ella.
Desbloqueo la pantalla y accedo a su chat.

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