Capítulo 15.

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Aprender a quererte.

Capítulo 15.

14 de Junio, 2022.

Me despierto al escuchar una melodía de teléfono que no reconozco.
Abro los ojos sin moverme demasiado, disfrutando del peso del brazo de Hugo sobre mi cintura.
El chico descuelga la llamada sin separar su cuerpo del mío, y deja que yo pueda escuchar su voz salir perezosa y la voz de la persona que lo reclama.

-¿Quién es?
-Hugo, son las diez menos cuarto por la mañana, no estás en el hotel, y por tu voz ni estabas despierto.

Reprimiendo una risa que se ahoga en la almohada, trato de escuchar como Hugo se disculpa con quien parece ser su jefa.
No va a llegar a trabajar.
Podría apostar que ni se acordaba cuando me dijo que podríamos ir hoy a cualquier lugar.
Cuando se encendió una llama dentro de mí al decirme que íbamos a escaparnos.

Escaparía agarrada de su mano a donde quisiera llevarme.

-Eva, tengo que irme.

Me giro, quedando boca arriba, sintiendo como su cuerpo se coloca encima del mío, sintiendo como mis alertas vuelven a activarse por tenerlo tan cerca. Casi puedo sentir su respiración sobre mi cara. Un escalofrío me recorre la columna vertebral y cierro los ojos, esperando un beso más en mis labios. Pero eso no ocurre, sus labios se quedan en la piel de mi mejilla.

Sus dedos dejan de estar entrelazados con los míos, y yo quiero gritarle que se quede, o que me lleve con él.
Y no lo hago, de mis labios no sale esa súplica que me está quemando.

-Me ha gustado sentirte, después de tanto tiempo.
-¿Vas a ir al centro? -Muevo la cabeza hacia arriba y hacia abajo, sabiendo que él sí puede verme.- ¿Vas a verlo?
-¿Estás celoso? -Sonrío al sentir como su nariz roza la mía, como se ha acercado hasta la cama de nuevo, como está apenas a cuatros centímetros mi boca de la suya.-
-¿Qué quieres que te conteste? -Paso la lengua por mis labios antes de morderlo detenidamente.-
-Que no, que tienes novia y que esto no significa nada.

Escucho como se aleja, como se pone los zapatos, como chasquea su lengua antes de volver a sentir su nariz rozar la mía.
Los nervios me recorren por completo.
Trago saliva pesadamente, inquieta porque quiero que me bese pero a la vez tengo miedo de que lo haga.

Miedo por lastimar a su novia, por lastimar a Gabriel, por ser capaz de dejarlo todo por Hugo.
Porque lo haría, con tal de volver a dormir entre sus brazos, no despertarme asustada en plena madrugada.
Con él me siento en calma, siento paz y a la vez siento guerra. Guerra contra mis ganas de respirar, porque lo besaría tanto como lo hemos hecho esta noche.

Sentía como sus dedos iban dejando pequeños cosquilleos por mi piel.
Me sentía bien, me sentía realmente bien.
Pero cuando me pidió permiso para bajar mi pantalón, volví de entre las nubes.
Caí al suelo desde el mismísimo cielo.
Solo sentía la oscuridad que me envuelve, mi respiración se descontroló, me bloqueé, y lo paré.

En ese momento, quise que se fuera, pero no fui capaz de decírselo.
Unos segundos después agradecí que se quedase, que me abrazase, que su cuerpo se enredase con el mío. Que de esa forma, y sin él saberlo, me estaba sacando de ese agujero en el que empezaba a hundirme.

Dejo escapar un suspiro que choca contra sus labios.
Sigue ahí, frente a mí, rozando mi nariz.
Hasta que la distancia se termina de acortar y doy un pequeño respingo por no esperar ese beso. Enseguida mi mano agarra su cara, su mentón, para que no se aleje.
Abro los labios para capturar los suyos con más ganas, con unas ganas infinitas de que todo sea así, que sea fácil, que no hubiera nadie más.

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