Capítulo 21.

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Aprender a quererte.

Capítulo 21.

20 de Junio, 2022.

Miro mi enorme reloj que descansa en mi muñeca. Son las seis y media de la tarde, hoy, la peluquería canina cierra a esa hora.
Es el último día que paso aquí, el último día en el que voy a poder verla.

Todavía queman mis labios después del beso con el que ella me sorprendió. Todavía puedo sentir sus labios sobre los míos, ese deseo de que no acabase, ese escalofrío que aún perdura por mi cuerpo.

Casi puedo tocar con las yemas de mis dedos la piel de su cadera que sin ningún arrepentimiento pude acariciar.

Salgo de la habitación donde, por hoy, no va a pasar ninguna mascota más. Apago la luz y me acerco al mostrador, donde unos ojos marrones me miran.

-Vamos, hemos terminado por hoy.
-¿Ya es la hora?

Asiento con la cabeza a la vez que me voy acercando a la salida, donde mis dedos aprietan los interruptores que dejan sin luz la mayor parte de la peluquería canina.
La chica que me miraba hace unos segundos pasa por mi lado, saliendo a la calle.

Marco el código de la alarma, que empieza a pitar para que me vaya antes de saltar, antes de sonar aún más fuerte.
Bajo la reja y echo el candado.

-Toma. Lola te irá llamando cada pocos días para saber como va todo. -Dejo en su mano las llaves del local junto a un sobre que pone "No abrir. Solo Eva." Sí, como un idiota le he dejado una carta, una donde le explico quien soy, quienes éramos. Por si le da por buscar respuestas. Por si se acuerda de mí.-
-Gracias por quedarte unos días más.
-Cuídate Alicia, y que vaya todo muy bien aquí.

Con un breve abrazo, me despido de la que será la encargada de esta tienda. Nos gustó su entrevista, tiene experiencia y buen trato con dueños y mascotas.
Lola no dudó en dejarla a cargo cuando los dos nos volviésemos a Madrid. Y ese día ha llegado.
Mi jefa se fue el viernes.
Yo hoy, lunes.

Hoy tengo que irme.
Hoy tengo que volver a Madrid.
Hoy tengo que dejar de verla.

Abro la puerta del taxi que me espera para llevarme al hotel, para recoger las maletas que he dejado en las taquillas que amablemente me ofrecieron para no cargar con ellas hasta el trabajo.

-Buenas tardes. ¿A dónde vamos?
-A Sada.

No era ese mi plan, no es ahí a donde tengo que ir.
Pero mi cuerpo ha hablado solo, las palabras se han escapado de mis labios casi sin poder evitarlo.

Quizá estoy haciendo mal. Quizá la tonta esperanza de que ella me recuerde, es lo que me está llevando hasta su casa.
Quizá las ganas de que eso ocurra es lo que empuja al coche hasta allí.

¿Qué hago si no se acuerda de mí?
¿O si cuando se acuerde se enfada por no haberle contado todo?

No quiero hablar otra vez solo por teléfono, no quiero hacerlo cuando a mí ya no me ata nada a Madrid. Cuando Gabriel va a seguir rondando a su alrededor.

Jojo me ha contado que la llama casi todos los días, aunque ella tampoco sepa quien es él. Que insiste en verla y ella se ha negado en contadas ocasiones.
Que insiste es hacerla recordar algo que prefieren que no recuerde.

Su madre, Juanmi, su padre, todos, tienen miedo de que al recordar, al disolverse el coágulo, vuelven a ella las imágenes de su accidente, de su mundo a oscuras y se vuelva a perder ahí.
Que su mundo pierda la luz que tanto tiempo le ha costado recuperar.

Por eso no quieren decirle demasiado, por eso la llevan a sitios donde voy a estar, para que vuelva a conocerme sin necesidad de que necesite recordar que nunca pudo verme y de igual manera nos conectamos.

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