Capítulo 24.

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Aprender a quererte.

Capítulo 24.

21 de Junio, 2022.

Después de horas susurrándonos a los labios, de encerrarnos de nuevo en mi habitación para hacer arder la cama, las sábanas y las paredes, Hugo se ha ido.

Después de contarme con delicadeza toda nuestra historia, el rubio ha salido de mi casa.
El haberse quedado le ha ocasionado algunos problemas con su jefa y el hotel que tiene que resolver.
Su maleta sigue allí.
Su trabajo en Madrid.
Y él está aquí, en Galicia.

Entro en mi casa después de besarlo por última vez antes de que el taxi desapareciese por mi calle.
Verlo irse me asusta y a la vez me da paz.
Sé que va a volver, tengo la sensación de que de alguna u otra forma, el rubio siempre encuentra la manera de volver a aparecer en mi camino.

Al cerrar la puerta de mi casa, la mirada de mi madre captura a la mía.
Sé que tengo que hablar con ellos, que ella puede ver en mí que algo ha cambiado y no solo es el hecho de que no me haya separado de Hugo.

-Lo siento. -Me dejo caer en el sofá, a su lado, dejando que me estreche entre sus brazos, que sus labios dejen besos en mi cabeza como hacía cuando era una niña.-
-Tú no tienes la culpa de nada.
-Sí la tuve, sí la tengo.

Y no me refiero solo a no ver, sino al accidente. Todo ocurrió por mi culpa. Yo fui el desencadenante de lo que pasó después. Y no solo yo sufrí las consecuencias, también los que me rodeaban, los que me siguen rodeando.

No puedo evitar que las lágrimas caigan rodando por mis mejillas. Ahora mismo solo quiero cerrar los ojos, no abrirlos más. Perderme en algún mundo donde esté cuchillo que siento ahora mismo atravesar mi pecho deje de doler.

¿Cómo ha tenido que ser para mi madre lidiar con mi ceguera?
¿Cómo ha tenido que ser el estar constantemente pendiente de mí?

Porque no se ha tenido que despegar de mí ni un segundo, perdí toda mi independencia y dependía de ella para absolutamente todo.
Ahora tiene sentido que recordase cosas tan absurdas como los pasos que había desde mi cama hasta la cocina, hasta el salón, hasta la salida.
Ahora entiendo esas cartulinas y el armario ordenado por colores.
A raíz de las palabras de Gabriel, muchas cosas comienzan a tener sentido, a encajar.

-¿Qué ha pasado?
-Lo sé todo. -Sus ojos se abren a la vez que su boca. Mira a Juanmi, que intenta mantener la calma.-
-¿Quién...? ¿Qué?
-Gabriel me lo contó. No he recordado nada.

No me siento preparada para poder contar que he recordado cada minuto, cada segundo, cada maldito sentimiento del accidente.
No me siento preparada para enfrentarme a aquel momento.
Tengo miedo de no poder hacerlo nunca, de quedarme anclada ahí, de volver a perderme en mi mundo.
De no querer ver, de que no tendría que haberme subido a ese coche, de que nobiba a salir todo bien.
Nada podía salir bien y todo lo que podía salir mal, salió mal.

Y ese momento, ese instante que nunca he contado a nadie, solo quedará conmigo, solo conmigo.

Escribo un mensaje en mi teléfono después después llorar y desahogarme en casa, tengo que salir. Hay cosas que me quedan por hacer.
Cabos que atar.

Mentiría si dijese que no estoy nerviosa, que no me tiemblan las manos y las piernas. Que Que me he planteado volver a mi casa, esconderme debajo de la manta y creer que todo es perfecto.
Pero esto no es un cuento, no al menos de esos en los que los protagonistas encuentran siempre la forma de ser felices sin hacer nada.

Tengo que hacer algo para que el dolor disminuya.
Para que las dudas no me ahoguen.
Para que mi pasado me deje continuar hacia delante.

-Hola. -Me paro al llegar frente a él, no sé cómo reaccionar, como saludarlo. ¿Cómo saludas a alguien que no sabes exactamente lo que ha sido en tu vida? Gabriel parece notarlo y es quien rompe la invisible barrera que parece haber entre los dos para dejar un beso en mi mejilla, cerca de la comisura de mis labios.-
-Me extrañó que me llamases, que quisieras verme. Pero me pone muy contento que estés aquí.

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