Aprender a quererte

Capítulo 29.

Aprender a quererte.

Capítulo 29.

23 de Septiembre, 2023.

No puedo creer nada de lo que ha pasado en las últimas horas. Me cuesta asimilar que esto sea real. Que solo me hace falta mirar hacia mi lado, girar la cabeza o mirar de reojo para verla caminando a mi lado.

Después de un año y tres meses, vuelvo a poder observar a Eva de cerca.
Está aquí y ya no se me hacen desconocidas las calles por las que paseamos sin ninguna prisa. Como si el tiempo no nos pisase los talones, como si tuviéramos toda una vida para mirarla juntos.

Pero no es así, esto apenas puede ser un paréntesis en mi caos, un oasis en medio del desierto, donde solo veo arena, donde solo hace frío y calor a partes iguales.
Ella es mi visión cuando más perdido me siento.
Ella es ese descanso de los demonios que atormentan mi cabeza, que me amarran y roban mi energía.

Es extraño y a la vez me hace sentirme bien, solo con su presencia es como si el cielo encapotado, tronando, enfurecido y lluvioso se abriese, se aclarase, como si saliese el sol y me diese algo de calidez en mi cara. Cerrar los ojos y solo sentir paz, calma.

Eso es Eva para mí, todo lo que me falta, todo lo que yo no soy.
Pero también es huracán.
También es caos.
También es locura.

Ella es todo y nada, el blanco y el negro, la luz y la oscuridad, ese perfecto balance entre el bien y el mal.
Eva es lo mejor que me ha pasado en la vida, y me di cuenta ese mismo día en el hall del hotel, aunque no quise admitirlo. Lo confirmé cuando ese tren me alejaba de ella, cuando le dejé esos trozos de mí que yo nunca he sabido recomponer.

Me rompí y, al contrario que Eva, yo no supe encajar las piezas. Sino que las recogí en un pañuelo, las metí en una caja fuerte y tiré la llave al fondo del mar.

-¿En qué piensas que estás sonriendo? -Mi dedo acaricia mis labios, dándome cuenta que su voz lleva razón. Estoy sonriendo, por primera vez en mucho tiempo vuelvo a sonreír sin ser consciente. Y ha sido pensando en ella. Sintiendo que está a mi lado. La miro y sus profundos ojos azules me interrogan, buscando su respuesta.-
-Me parece mentira, irreal, que ahora estés aquí. Después de todo lo que ha pasado.
-¿Nunca pensaste que nos podríamos volver a encontrar? -Alzo mis hombros mientras buscamos un hueco libre, alejado, en el parque del retiro. Nuestros pasos nos han traído hasta aquí después de comprar dos helados que comienzan a derretirse en las pequeñas tarrinas.-
-No lo sé. -En realidad pensaba en ir hasta su casa todos los días, pero siempre la estúpida idea de que ella estaría mejor sin mí, me frenaba.-
-¿Nunca pensaste en ir a buscarme?

Esa pregunta no me pilla por sorpresa, la esperaba, aunque no tengo clara la respuestas. Claro que pensaba en ir a buscarla, todas las noches soñaba con tener ese valor para hacerlo, pero me terminaba perdiendo entre la música, las luces, el alcohol y los brazos de otra chica que nunca llegaba a ser ella.
Sigo su movimiento, sentándome en el césped, a su lado. El silencio entre los dos es tenso, espera que sea yo quien lo rompa.
Dejo escapar un suspiro, que parece insuficiente para hacer que mis palabras vayan detrás de él.

-Todos los días. -Con ella no tengo que mentir, no tengo que ponerme esa máscara tras la que me he escondido mucho tiempo y he creído que era mi segunda piel.-
-¿Y nunca lo intentaste?

Sonrío recordando la vez que alentado por ese mismo alcohol que me echaba para atrás las anteriores, crucé el país entero. No tenía claro que decirle al verla. No tenía claro ni lo que ella podía sentir.

Y pronto me golpeé con un muro que no vi venir.
Yo la dejé, yo le dije que hiciera su vida, y siete meses después ella lo estaba haciendo. No pude acercarme, no me sentí con fuerzas después de que mis ojos viesen por segunda vez como sus labios besaban a alguien más, alguien que no era yo, a alguien que volvía volvía ser Gabriel.