Capítulo 3.

825 68 25
                                    

Aprender a quererte.

Capítulo 3.

5 de Diciembre, 2021.

-Eva, ¿Vamos?

Me giro hacia donde percibo la voz de mi madre. Asiento con la cabeza, debe ser casi la hora en la que he quedado con Hugo en la entrada del hotel.
Mentiría si dijese que no estoy nerviosa, les pedí que me dejasen ir sola con él, cosa que no han hecho desde que hace casi dos años mi mundo se volvió negro.
Desde que perdí el color, todo ahora es igual, y aquello a lo que antes no me paraba a mirar, ahora anhelo poder hacerlo.

-Sí. -Me encantaría poder mirarme al espejo, quizá repasar el color que mi madre ha utilizado para mis labios, ver como queda el vestido que llevo puesto.- ¿Voy bien?
-Estás guapísima. -Hay un pequeño silencio en el que siento un beso en mi mejilla.- Marco ha llamado.
-¿Qué quería?
-Hablar contigo.
-No tengo ganas de hablar con él.
-Eso le he dicho, aunque no sé el por qué estáis así desde que vinimos a Madrid.

Marco es mi novio, aunque realmente no sé qué somos ahora.
Suspiro, y mi madre parece entender que no quiero hablar más de ese tema.
No es algo en lo que me sienta muy cómoda.
Su mano toca mi espalda y me agarro a su brazo.
Tras mucho insistir, me dio permiso para ir a comer solo con el rubio, pero me obliga a llevar el bastón extensible que ahora deja en mi mano y el teléfono que guarda en mi bolsillo.

-Prométeme que vas a tener mucho cuidado.
-Mamá, he comido a solas con Marco o mis amigos y no ha pasado nada.
-Tú solo prométeme que tendrás cuidado y que me llamarás si pasa cualquier cosa, solo tienes que pulsar el botón de la derecha, mi número está ahí.

Después de prometerle diez veces más que tendré mucho cuidado, que la llamaré si pasa algo y que no va a pasar nada, sus pasos guían los míos hasta el ascensor.
Mientras el aparato baja con nuestros cuerpos dentro, un pequeño cosquilleo recorre mi estómago.

Mentiría su dijese que no estoy nerviosa.
La voz de Hugo me pone nerviosa, y no encuentro el motivo.
Su olor me sorprende queriendo que no se vaya. Y no ha hecho falta que lo abrace para saber como huele.
Cuando perdí el sentido de la vista, los demás, con el tiempo, se han ido agudizando, hasta tal punto en el que puedo distinguir olores que antes se me pasaban desapercibidos.
O escuchar palabras que antes tendría que haber pedido que repitieran.

También se ha agudizado mi sexto sentido, que ahora sería el quinto, quedando demostrado cuando intuí que algo no iba bien con Marco.

Nada iba bien, no va bien desde que tuvimos aquel accidente en el que yo fui quien peor escapó, y quien nunca debió subir al coche.

Muevo la cabeza de un lado a otro, tratando de apartar esos pensamientos de mí, pretendiendo que no arruinen mi día. Ya suficiente han arruinado mi vida.
Siento como el ascensor de detiene y escucho como las puertas se abren.

Los nervios aparecen de nuevo recorriendo mi estómago. ¿Por qué estoy nerviosa?
Sigo los pasos de mi madre, agarrada a su brazo, con el bastón tanteando el suelo delante de mí para intentar no chocar con nada.

Mentiría si dijese que no me ha costado dar más de seis pasos en la completa oscuridad en la que vivo ahora.
Recuerdo que de pequeña jugaba a cerrar los ojos y andar.
Tres pasos era capaz de dar sin sentir un miedo y unos nervios a chocar que me hacian volver a abrirlos.

Ahora es la única manera que tengo de moverme, de no quedarme todo el día en la cama.
De intentar ser una persona normal, de hacer cosas que me costó entender que podían volver a hacer.

Salimos a la calle, lo noto por la brisa fría que golpea mi cara, no es nada comparado al frío que acostumbro en Galicia, pero lo suficiente para notar que estoy en la calle.
Con la mano con la que no voy agarrada al brazo de mi madre me coloco la bufanda para taparme un poco más, para que el aire no se cuele por ahí.

Aprender a quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora