Capítulo 27.

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Aprender a quererte.

Capítulo 27.

19 de Septiembre, 2023.

Expulsó el humo de la tercera calada que le doy al cigarro. Observo mis pies apoyados sobre la barandilla del balcón de mi habitación.
Septiembre y sigue haciendo demasiado calor en Córdoba.

Paso la mano por mi pecho descubierto, en mi reloj son las ocho de la mañana y el calor comienza a pegarse en mi cuerpo.
De nada ha servido pasarme la noche con la cara pegada al ventilador, las sábanas me quemaban.

Apago el cigarrillo y entro en mi habitación, es un buen día para coger el coche, ir a la playa y hacer surf.
Cojo el primer bañador que encuentro por los cajones y me siento en la cama, mirando al techo unos segundos.
Me he aficionado en este año a perderme entre las olas, de alguna forma, siento que así estoy más cerca de Eva.
Me es inevitable no sonreír cuando los recuerdos de aquel día me invaden, hasta que la veo bajo el mar. Ahí sacudo la cabeza y los saco rápidamente de mí.
Pero entre las olas, mientras mis dedos juegan con la fina capa de agua que separa al mar y al aire, mientras rompo esa barrera invisible, es como si ella entrelazase mi mano con la suya. Como si Eva estuviera ahí, a mi lado.

Por eso, cuando algo me agobia, cuando siento que me ahogo, me dejo mecer en ese mar que tan distinto es al que estuve con ella pero que tan cerca me hace recordarla.

Cojo la tabla que descansa sobre una de las paredes de mi habitación y salgo, encontrando a mi hermano sentado en la mesa, con un vaso delante. Me mira curioso.

-¿A dónde vas?
-A ver si pillo algunas olas, ¿vienes?
-No sé surfear. -Se encoge de hombros y devuelve su mirada a la televisión.-
-Puede que sea hora de aprender.

Un gesto con la mano me indica, que hoy, no va a ser ese día.
Sonrío negando con la cabeza. Sabiendo que va a ser una misión imposible.
Cierro la puerta de mi casa con cuidado de no dañar la tabla, de no estropear el dibujo que tanto me costó terminar.
Ese dibujo donde una chica castaña me mira con unos profundos ojos azules que se funden en el mar cuando la tabla toca el agua.

Antes de poder arrancar el coche, me llega un mensaje.
Desbloqueo el teléfono para poder leerlo.

"-Hugo, tenemos que hablar."

El mensaje es de Aurora, miro unos segundos a la tabla por el espejo retrovisor, que está apoyada en la parte trasera del coche.

"-Iba a ir a hacer surf, ¿Qué pasa?"

Al momento recibo su respuesta, como si estuviera esperándola detrás de esa pantalla con desesperación.

"-Pasa a recogerme, hablamos por el camino."

No es lo que más me apetece, realmente esperaba tener un viaje tranquilo, tumbarme sobre la tabla en medio del mar, no pensar, dejar la mente en blanca o permitirme perderme en los pocos recuerdos que tengo con Eva.

En este año y tres meses he cometido muchos errores. El mayor se ellos fue coger ese tren y dejarla allí.
Paradójicamente, fue el peor momento de mi vida pero el que, quizá, dio inicio a una nueva vida para ella.

Voy despacio hacia casa de Aurora, ella también dejó Madrid.
La conversación que tuvimos a mi vuelta de Galicia no fue como habría imaginado en principio.

"Giro la llave, haciendo que suene el clac de la cerradura, que la puerta ceda un poco para abrirse delante de mí.

La luz del salón está encendida, se refleja en la pared del pasillo.
Trato de borrar de mis ojos las últimas lágrimas que no he sido capaz de retener.
Soy consciente de la rojez de mis ojos, y pronto Aurora también lo es.

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