Capítulo 19.

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Aprender a quererte.

Capítulo 19.

14 de Junio, 2022.

Han pasado noventa minutos desde que llegamos corriendo al hospital, desde que la montaron en la primera camilla que tenían libre y desde que su cuerpo desapareció dentro de más dos enormes puertas de la sala de urgencias.

Noventa minutos desde que mi corazón parece forzado a latir con un ritmo bajo.
Sus amigos llamaron a Jojo y a Juanmi, no tardaron apenas nada en venir.
No pude hacer más que repetir unas doscientas veces que lo sentía, con la cabeza agachada.
Porque todo es mi culpa, que Eva no esté ahora en su casa, que no estemos terminando de salir del mar, que sus manos no estén tocando la fina arena de playa en lugar de estar enredadas en cables.

-Hugo, tranquilo, Eva está bien. -Una mano se apoya en mi hombro, haciendo que levante mi cabeza, que niegue, que vuelva a bajarla, que mis manos hagan presión sobre mi sien, que mis dedos revuelvan los mechones de mi pelo.-
-¿Por qué no dicen nada? No tendría que haber dejado que se fuese más hacia dentro. Todo iba bien.

El silencio vuelve a inundarme. Los segundos, minutos pasan y no salen a dar ninguna noticia sobre ella.
Sabemos que está estable aunque no consciente por una enfermera a la que abordamos y le tuvimos que dar tanta pena que entró a interesarse por su salud.
Al menos que nos dijera que estaba bien pudo hacer que el nudo en el pecho, en la garganta, apretase un poco menos. Que me dejase respirar con aparente normalidad.

Me levanto, estar entre estas cuatro paredes sin saber nada me está ahogando, cada vez veo la sala más pequeña. Cada me cuesta más respirar.
Bajo las escaleras lo más rápido que puedo, y salgo al exterior, a la calle.

Abro la boca para coger el mayor oxígeno posible, para sentir que respiro.
Y no es hasta este momento, no es hasta que me vei solo, rodeado por los últimos rayos de sol del día, en el que mi cuerpo dice basta, hasta aquí.
Y me rompo.
El nudo de mi garganta se afloja y las lágrimas se liberan de mis ojos.

Recuerdo cada sensación desde que vi como la ola se aproximaba a Eva, hasta ver la cara de Jojo entrando al hospital.
Cada maldito segundo está clavado en mi pecho, tan hondo que dudo poder sacarlo pronto.

Saco un cigarrillo del paquete de tabaco que tengo en el bolsillo. Tapo con una mano el viento para poder encender el mechero e inhalar la primera calada. Sentir como es el humo lo que inunda mis pulmones e intentar retener las lágrimas que sin control siguen descendiendo por mi cara.

Soy imbécil.
Tendría que haber cuidado mejor de ella. No separarme tanto.
Comprobar la cuerda una maldita vez más.
Tendría que haber nadado más rápido hacia ella.

¿Cómo voy a poder mirarla sin sentir esta culpa que me está comiendo?

Los minutos se hacen eternos en la sala de espera y también fuera.
Vuelvo a inhalar el humo del cigarrillo, que se termina, que el fuego va quemando.

Marco un número de teléfono en la pantalla de mi teléfono, casi sin pensar, casi sin mirar.

Un tono, dos tonos, tres tonos.

-¿Hugo?
-Hola mamá. -Hace un par de semanas que no la llamo, y me siento estúpido por no hacerlo.-
-¿Te ha pasado algo? ¿Estás bien? -Es como si pudiera verme, como si el agua hiciera ruido al salir de mis ojos, al acumularse, al picarme.- Hugo, Aurora me ha llamado, me dijo que lo habéis dejado, ¿es por eso? -Pero mi voz no sale, está tan rota, está tan lejos de mí que no puedo ordenarla para que salga. Solo consigo formar una sílaba antes de mirar hacia el cielo ya oscuro, a las luces de las farolas encendidas, al cielo sin estrellas.-
-No.

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