Capítulo 17.

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Aprender a quererte.

Capítulo 17.

14 de Junio, 2022.

Hay demasiadas cosas en mi cabeza, demasiadas que se enredan, que hacen un nudo difícil de deshacer.
Tengo tantas preguntas sin responder.
Tantos sentimientos que me confunden, que solo intento desconectar la cabeza para no pensar.
Dejarme fluir.

Y decir eso con Hugo es fácil.
Es fácil no pensar cuando el agua se mueve y termina mojando un poco más los piernas.
Es fácil imaginarlo nadando de un lado a otro, el sol posando sus rayos sobre sus mechones de pelo, esos que ahora deben estar empapados y en los que me encantaría poder enredar mis dedos.

Sonreír imaginando sale a buscar aire a la superficie para luego volver a sumergirse Es fácil.
A su lado todo parece tan fácil que a veces me asusta, porque en realidad sé no es todo así.

-Vamos Eva, métete. Está el agua buenísima.

Niego con la cabeza, al llegar mi madre no estaba, no he sido capaz de encontrar un bañador o bikini para poder ponérmelo, así que estoy en el borde sentada, con las piernas medio mojadas, con las manos apoyadas en el suelo, echada hacia atrás, con la cabeza hacia atrás, disfrutando de la suave brida que recorre mi cara.

Una brisa que parece desaparecer al sentir como gotas de agua caen sobre mis pantalones cortos, sobre mi camiseta, incluso sobre mi cabeza.
Su cuerpo está muy cerca del mío y yo no he sido consciente de ese movimiento.
Trago saliva pesadamente, asimilando la poca distancia que ahora existe entre nosotros. La cabeza me da vueltas y es algo a lo que me estoy haciendo adicta, a la sensación que me produce cuando Hugio se acerca a mí.

Muerdo mi labio antes de sentir su frente posarse sobre la mía.
A pesar de sentir el suave frío que desprende su piel por estar mojada, siento que me quema cuando sus labios se posan sobre mi mejilla, cuando con besos pequeños pero lentos, seductores, va recorriendo un corto pero largo camino a la vez hasta mis labios.
Casi tengo que retener mi voz que quiere rogarle porque me bese de una vez.

-¿Quieres que lo haga?
-No.

Siento su sonrisa rozar mis labios, juro que puedo sentir esa maldita carcajada que se ahoga en los escasos milímetros que existen hasta los míos. Es como su pudiera verlo sin necesidad de esa luz en mis ojos.
Esas arrugas que se le tienen que formar alrededor de sus ojos.

-¿De qué color son tus ojos?
-¿Por qué no lo averiguas tú? -Siento como su cuerpo cada vez toma más distancia del mío, pero apenas unos centímetros.-
-Yo no puedo verlo.
-Yo sé que sí.

Sus labios dejan un beso delicado en mi mentón, para bajar despacio hacia mi cuello, para erizar la piel que va rozando su boca.
Su voz baja un tono, o dos, o tres. Se convierte en un susurro que no va a salir de mi cabeza en horas, o días, o meses.

-Tú puedes hacerlo Eva. No pienses en nada. Deja tu mente en blanco, aunque lo veas todo negro.

Suspiro, lento, pesado. Lo hago para intentar expulsar mis nervios de mi cuerpo con ese aire.
Para tratar de hacer lo que me dice.
Total, no espero ningún resultado y solo quiero que me bese.
Es como un impulso que me aprieta en el estómago cuando el chico rubio está cerca de mí, cuando puedo oler su perfume, cuando su voz es el eco de mis pensamientos.

-Cierra esos bonitos ojos. -Hago lo que me pide cuando su dedo pasa suavemente por mis párpados y me hace cerrarlos.- Que bonita eres.
-Hugo. -Alargo la última vocal de su nombre a la vez que una sonrisa se apodera de mis labios y él los acaricia con la yema de su dedo pulgar. Lo imagino mordiendo el suyo, mirando el mío y de nuevo el apretón del estómago me ruega que lo bese.-
-No pienses Eva. No piensen en nada. Ni en las ganas que tienes de besarme ni en que no sabes de qué color son mis ojos, ni siquiera en que no sabes si tengo pecas en la cara o no. Deja de pensar por unos segundos, solo imagina que no hay nadie a tu alrededor, que flotas en una nube. Ven.

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