Capítulo 12.

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Aprender a quererte.

Capítulo 12.

13 de Junio, 2022.

-Eva, venga, que vas a llegar tarde.

Suspiro, levantándome del césped de mi casa, apoyándome en Vega para no pisarla al ponerme en pie.
De nuevo hoy tengo que ir al centro donde desde hace tres meses, me ayudan con las tareas básicas, con el día a día.
Yo no quería ir, pero mi madre insistió, "es lo mejor para ti", "te ayudará a no estar tan perdida".

Pero yo no estoy perdida, a pesar de viví con una permanente oscuridad, no estoy perdida.
Sé donde estoy, sé quien soy.
Alzo la cabeza hacia arriba, como si pudiera ver el cielo, que imagino que es azul. Los rayos del sol me golpean suavemente sobre mi piel, indicando que el verano está irrumpiendo en el clima gallego.

Imagino como era el sol, ese color amarillo con el que todos lo dibujamos de pequeño. Y sin querer, sin saber por qué, vuelve a mi cabeza aquel momento en el que pude distinguir colores, en el que vi el tono del pelo de Hugo. Cuando lo vi apenas unos segundos y muy borroso.
Pero lo vi.
Estaba allí.
Era real.

La piel que había tocado, la voz que había memorizado, el olor que había integrado en mí, los labios que había besado con demasiadas ganas.
Todo era real.
Hugo era real.

Cada risa que había escuchado, cada sonrisa tonta que había provocado en mí, los cosquilleo al sentirlo cerca, el volcán que erupcionó en aquel pasillo cuando su boca buscó y encontró la mía.

Mis dedos rozan el borde de mis labios, esos que aún parecen recordar el roce con los suyos.

Y entonces, mi sonrisa se borra.
Se desdibuja de mi cara.
Hace meses que no sé nada de él, que no recibo ningún mensaje ni ninguna llamada suya, que su voz no se cuela por mis oídos.
Porque sin saber como, hasta sus audios he perdido.

Recuerdo nuestra última conversación como si acabase de ocurrir hace unos minutos.
La última llamada, o el último audio.

"-Hola. -Sonrío al escucharlo detrás de la plantalla de mi teléfono, todos los días, a la misma hora.- Estira un poco el brazo, que no te veo la cara entera.
-¿Hoy vienes con exigencias el niño? -Al principio todo fue por audios, luego llamadas interminables que luego se veían reflejadas en las facturas, haciendo que mi madre supiera el tiempo que pasaba enganchada al teléfono en mi habitación. Sin que eso le gustase. Hasta que Hugo me pidió una videollamada, hasta que aprendí a hacerlas sin ver.-
-Es que me encanta verte, no solo una parte de tu cara.
-Puedo apagar la cámara.
-No, no hagas eso. Emoticono triste.
-Idiota.

Hugo sigue describiendome los emoticonos, y no tengo dudas que los representa con su cara a la vez que lo dice.
Hugo sigue aquí, tal como era cuando nos conocimos en Madrid.
Igual de atento.

-¿Qué has hecho hoy?
-Fui al centro con mi madre y Juanmi. Quieren que vaya todos los días. Pero no sé.
-¿No quieres ir?
-A veces sí, y aveces no.
-¿Sientes que ir es como aceptar que no vas a volver a ver?

Exactamente es eso, exactamente es así como me siento.
Después de haber podido distinguir colores en dos ocasiones, no creo que ese centro sea mi lugar.
No siento que vivir en esta oscuridad sea mi destino.

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