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Habían pasado un par de días desde ese mensaje. Lo leyó al instante, pero su orgullo era tal que había decidido darse su tiempo para delimitar si la rubia era digna o no de un nuevo encuentro. Esperaba que al menos ese lapso le hiciera recapacitar sobre su comportamiento "grosero y vil". Rio, en realidad no le importaba en lo más mínimo. Pero en el fondo su obsesión estaba en aumento con aquel desaire. Danielle era una chica de retos y Emilia Navarro se había convertido en uno.

Tomó su móvil y decidió hacer un movimiento...

Estaba saliendo de su departamento rumbo al corporativo cuando vio la llamada entrante de Danielle

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Estaba saliendo de su departamento rumbo al corporativo cuando vio la llamada entrante de Danielle. Aquello la había tomado por sorpresa y sin darse cuenta de pronto sintió que el corazón se le aceleraba.

—¿Danielle?

Señorita Navarro, espero no importunarte.

—No, claro que no. Voy de camino al periódico.

—Perdón por no haber respondido tu simpático mensaje, tuve demasiado trabajo estos días.

«Mentira», pensó. Aquella había sido una pequeña venganza de su parte.

—No, no te preocupes. Está bien, en realidad me alegra que llames, pensé que no volvería a saber de ti después de lo que sucedió. Quizá no fue la forma adecuada de actuar.

Supongo que solo hemos tenido un mal comienzo, dos en realidad, pero la tercera es la vencida, ¿qué dices? ¿cenamos esta noche?

Emilia sonrió y al darse cuenta endureció su reacción. Pensó que aceptar esa invitación era lo único que podía hacer para quitarse el extraño sentimiento de culpa.

—¿Te parece bien a las ocho?

—Perfecto, paso por ti.

Cuando colgó, se preguntó si en verdad aquello era una cita. Lo analizó durante un instante. Cancelar no sería problema pero estaba decidida, no podía seguir aferrada a la idea de que Lucía regresaría. Aunque la amaba debía seguir adelante. Ella lo había hecho después de todo, había olvidado por completo la vida que ambas construyeron juntas. Esa empresa y ese puesto que compartían eran solo cenizas de un fuego abrasador que, de forma lenta, seguía consumiéndola. Era la manera en la que Lucía se había vengado. Haciéndola creer que aún quedaba una esperanza para ellas, cuando en realidad lo suyo estaba tan desintegrado como su dignidad. Se había negado a tantos otros idiotas que solo representaban una pérdida de tiempo, esperando a que Lucía aceptara que sus sentimientos seguían ahí. Pero Melissa entró de pronto, convirtiéndose en la oportunidad que su ex necesitaba para saltar finalmente de ese bote en llamas.

Pensó en Danielle, ¿y si ella era su oportunidad? podía tener lo necesario para hacerla perder el miedo, cambiar de página y continuar. Aunque sabía perfectamente que la chica no buscaba una relación, estaba segura de que podría cubrir ciertas necesidades. Le daría lo que buscaba, lo había dejado muy claro aquella vez en el bar y era mutuo. Después de todo, tener con quien desfogar la pasión era un ejercicio que necesitaba practicar.

Adiós, DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora