Danielle caminó despacio, mirando de reojo a sus espaldas para asegurarse de que Emilia no la siguiera. Entró a la habitación de baño y descubrió a Grecia recargada sobre el lavamanos, quien comenzó a levantar lentamente el vestido hasta exponer la provocativa pieza fina de lencería que llevaba ceñida al cuerpo.
—Fui muy clara contigo, hermana —aseveró, sin expresión alguna—. ¿Qué te hace pensar que quiero cogerme a alguien como tú?
Grecia, naturalmente, tomó aquellas palabras de la peor forma, caminó hacia ella para soltarle tremenda bofetada que la hizo girar ligeramente.
—¿Alguien como yo? Somos exactamente iguales, no lo olvides.
Danielle sonrió, analizando la expresión herida de Grecia. Sabía que despreciarla era el peor desplante que alguien podía hacerle. Una reinita como ella jamás había sido plato de segunda mesa. Su respiración estaba agitada y la miraba llena de rabia.
—Quizá... La única diferencia es que yo jamás te habría dado la espalda. —Dio la media vuelta, intentó salir del baño pero Grecia la detuvo sosteniéndola por un hombro.
—¡¿Hasta cuando vas a seguir con eso?! —exclamó, acercándose peligrosamente hasta su rostro—. ¿Qué pretendías, Danielle? ¿que saliera de tu mano de ese lugar? ¿Que fuéramos a casa y viviéramos felices por siempre? Estoy muy decepcionada de ti, hermanita, no has aprendido nada de la vida.
Para Danielle era doloroso ver cómo la ambición se había devorado a la mujer que tenía enfrente. Estaba decepcionada de ella. Su relación con Gastón había ido demasiado lejos, solamente el amor sincero hacia ese imbécil sería capaz de hacerla reaccionar así.
—Rompiste mi corazón, Grecia... ¿Y sabes qué? te habría perdonado todo, absolutamente todo, excepto que lo hayas preferido a él. —Intentó sobrepasarla, pero Grecia no estaba dispuesta a dejarla ir. Volvió a impedirle el paso, aferrando la solapa de su saco y mirándola fijamente.
—¿Y tú? ¿Acaso tú no me cambiaste por ella?
—Tal vez... —finalmente salió del lujoso sanitario.
Caminó sobre el pasillo, pero sintió como insistía en colocarse frente a ella. Aferrada a sus brazos, como si fuera una pesada ancla de la cual jamás se liberaría.
—No puedes dejarme. Lo prometiste, ¿lo olvidas? Dijiste que siempre ibas a cuidar de mí.
Danielle la miró. Ya estaba cansada de cargar con esa responsabilidad, del costo que Lucio le había puesto a su vida. Sentía que jamás podría terminar con su infinita deuda.
—Fue una promesa que no me dejaste cumplir. Ahora quiero seguir con mi vida y te quiero fuera de ella.
Las manos de Grecia insistieron, observó detenidamente a Danielle y encontró esa determinación que le dejaba en claro que no había nada que pudiera hacer para detenerla. Estaba decidida, pero ella todavía tenía un as bajo la manga.
—Está bien —aceptó, con un tono de voz más tranquilo—. Si eso quieres así será, pero a cambio quiero dos cosas y no intervendré más en tu vida.
Danielle la observó extrañada. Sabía que nada noble podría salir de aquella petición. La conocía demasiado bien para no saber que siempre lograba salirse con la suya.
—Primero, quiero que dejes de provocar a Gastón.
—Es lo único que te interesa, ¿cierto?
—¡No! Escúchame. Es peligroso. Más de lo que imaginas. No quiero que vuelva a tocarte. Así que promételo, no más provocaciones.

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Adiós, Diciembre
Romance"Hay que aprender que para sanar una herida, tienes que dejar de tocarla" Emilia Navarro es la presidenta del prestigioso corporativo 24/7. Hija de una relación extramarital, tiene que aprender a sobrevivir bajo el yugo familiar de quienes intentará...