No imaginó volver tan rápido a aquella puerta, se mantuvo durante unos minutos frente a ella sin las agallas para tocarla. Pero tenía la obligación de hacerlo porque sabía que era necesario. Llevaba bajo su brazo la carpeta con la información que Navarro le había proporcionado. Era momento de que Emilia supiera la verdad sobre su madre.
Tocó un par de veces pero no hubo respuesta. Insistió luego de un rato, pero nada. Imaginó que la rubia quizá estaría fuera. Se dio la media vuelta cuando de pronto abrió. Sus ojos se encontraron, Emilia llevaba un suéter gris, tenía el rostro marchito, la nariz roja y evidentemente estaba descompensada. Danielle se preguntó cuál de las dos debía lucir más terrible.
—... ¿Qué haces aquí? —preguntó sorprendida.
Todos sabían que después de la muerte de Grecia, Danielle había desaparecido. Ni siquiera se había ofrecido un funeral como tal y cuando Emilia fue a buscarla nadie quiso darle razones sobre su paradero. Imaginó entonces que estaba oculta en alguna de sus propiedades o en el extranjero.
El periódico había seguido de cerca el suceso en el que Gastón y Grecia habían perdido la vida. La versión que todos los medios habían manejado hablaba sobre un ajuste de cuentas que relacionaba al político con grupos delictivos y narcotráfico. Se dijo que la señorita Lombardi había estado en el lugar y momento equivocado. Pero después de haber analizado a fondo la información que le había dejado Lucía, sabía que en realidad Grecia no era una blanca paloma y estaba totalmente involucrada con los negocios de Espinoza. Sin embargo, Emilia había entregado sólo una parte de ese detallado informe por respeto a la memoria de la chica, pero sobre todo a Danielle.
Danielle tenía un rostro inexpresivo y solo se limitó a ser cortés.
—No te quitaré mucho tiempo, hay algo que quiero entregarte.
Emilia se percató de los documentos bajo su brazo. La dejó entrar. Danielle pasó sintiendo un nudo en la garganta, observando el ambiente desolador. La habitación totalmente oscura, desordenada y algunas botellas de vino regadas por todos lados. Mientras caminaban hacia la sala un silencio abrumador se extendió hasta que ambas estuvieron finalmente frente a frente.
Emilia no sabía qué decirle. Imaginaba cuánto debía estar sufriendo por la muerte de Grecia. Era desgarrador ver en su rostro la tristeza que llevaba a cuestas. Por un instante tuvo el ferviente impulso de ir hasta ella, abrazarla y consolar ese evidente dolor. Pero después de lo que había sucedido en la mansión Lombardi sentía que Danielle había creado una barrera entre ellas. Le había dejado en claro que su hermanastra era el amor de su vida y que las cosas no volverían a ser las mismas entre ellas. Por supuesto, eso no significaba que sus sentimientos se hubieran borrado de tajo. Amaba a Danielle Lombardi con cada parte de su ser y su alma.
—Lamento mucho lo de Grecia —dijo finalmente.
Danielle asintió.
—Gracias. —Había escuchado tantas veces esa frase que comenzaba a perder sentido. Nadie lo lamentaba lo suficiente, solo ella era capaz de conocer y reconocer ese terrible dolor.
La mirada de Danielle recorrió la habitación, realmente no quería tener que ver a Emilia, pero ya estaba ahí y sabía que no había marcha atrás. Sus ojos se quedaron fijos en la cuerda que colgaba sobre la barandilla de las escaleras. El nudo era perfecto. Estaba listo para sostener el peso de cualquiera que deseara acabar con su vida de la forma más cobarde.
—¿Es en serio? —se atrevió a preguntar, con un tono de voz distinto.
Pero Emilia no hizo alarde alguno y cambió el tema.
—¿A qué has venido?
Sabía que cualquiera que fuera el destino de Emilia no tenía el derecho de intervenir. Así que se limitó a extenderle la carpeta, dejándola sobre la mesa de centro que las dividía.

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Adiós, Diciembre
Romance"Hay que aprender que para sanar una herida, tienes que dejar de tocarla" Emilia Navarro es la presidenta del prestigioso corporativo 24/7. Hija de una relación extramarital, tiene que aprender a sobrevivir bajo el yugo familiar de quienes intentará...