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Llegaron a la fiesta, las cámaras y los reporteros no se hicieron esperar, después de todo era un evento de periodistas. Danielle bajó para abrirle la puerta a Emilia y todos quedaron sorprendidos de verlas llegar juntas. Ambas eran hijas de dos importantes empresarios y había rumores que apuntaban a que la relación que las unía, iba más allá de una simple amistad así que todos estaban ansiosos por tener la premisa.

Emilia estaba nerviosa, escuchó el disparo de todas las cámaras que le estaban esperando desde hacía horas. Le pareció envidiable la inmutable tranquilidad que Danielle tenía frente a aquella multitud.

Observó cómo le ofrecía su mano para bajar del automóvil así que no tuvo más opción que tomarla. Los reporteros comenzaron a gritarles, era una pelea para ver quién tenía la mejor foto de aquellas dos chicas que caminaban de la mano hacia el elegante recinto.

Danielle estaba sorprendida con la elegancia de aquel palacio. Tenía jardines enormes decorados con luces y preciosas esculturas al estilo renacentista. Era sorprendente la forma en la que los Navarro hacían brillar su apellido en medio de aquella opulencia.

Caminaron entre la multitud por una larga alfombra dorada mientras se acercaban un par de fotógrafos que al verlas no dudaron en ir sobre ellas. Ahora eran la sensación de la fiesta.

—¡Presidenta! ¡Una foto!

Danielle se hizo a un lado, mientras que Emilia posaba con seriedad para las cámaras que la enfocaban con insistencia.

—Señorita Lombardi, una con usted, por favor.

Dirigió su mirada a Emilia quien aceptó y en un instante ya estaba a su lado sujetándola por la cintura. Todos los flashes apuntaban directo a ellas, incluso aquellos quienes ni siquiera eran parte del gremio. Era la primera vez que la presidenta llevaba a un invitado a aquella fiesta de gala, y no era cualquier invitado. Era una de las cinco mujeres más ricas y poderosas del país así como ella. Las dos representaban al nuevo mundo de los negocios liderado por jóvenes herederas.

Al entrar al salón la elegancia no terminaba, la decoración al mero estilo Luis XV rodeaba todo el lugar: los dibujos románticos en las bóvedas de los techos, las arañas de cristal fino cayendo, sin mencionar, la pureza con la que lucían la mantelería y las largas mesas con bocadillos, copas con los mejores vinos y un hermoso pódium que se veía a lo lejos.

Al reconocerla algunos de sus invitados se acercaron a saludarla. Había personas realmente interesantes, magnates, empresarios, artistas de todos los rangos y políticos. Las más poderosas y también corruptas personas hacían presencia en esa elegante fiesta.

A Emilia no le sorprendió que entre sus invitados algunos reconocieran a Danielle, quien se mostraba sumamente sociable. Saludaba con su conocido encanto, pero igual de recatada que siempre, con ese tono sobrio pero al mismo tiempo cordial que cautivaba a hombres y mujeres. Era como un pez en el agua. Reconocía un poco de su actitud en ella, pero Danielle aparentaba tener un poco más de chispa. Ella realmente era mala en eso de fingir cordialidad e interés. Se limitaba a sonreír y mantener las charlas, pero su entusiasmo siempre estaba apagado. Por eso, quizá, es que muchos de sus pretendientes finalmente habían desistido.

Entre la multitud y los saludos, de pronto Danielle se percató de lo lejos que había quedado de su acompañante. Se disculpó, mientras charlaba de negocios con un regidor y caminó entre los invitados para buscar a Emilia. La encontró de pie observando una escena entre Lucía, y quien, seguramente era su novia, sonriendo mientras bailaban en la pista.

—¿Quieres bailar? —preguntó, notando que la sacaba de trance—. ¿Todo bien?

—Perfecto —mintió, luchando en realidad para demostrar que aquello no la alteraba en lo más mínimo—. Te desenvuelves muy bien en este ambiente.

Adiós, DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora