Después de unos meses de la muerte de Grecia las cosas comenzaban a tomar su curso rutinario. Aunque sabía que su ausencia le dolería toda la vida esperaba que en algún punto el sentimiento fuera más llevadero. Remodeló la mansión, finalmente había despedido a Amelia y con la compañía de su pequeña hija Nadine su vida estaba lo suficientemente ocupada como para no pensar en todas las heridas que el pasado le había dejado.
Al final, justo después de su muerte, descubrió que Bianca le había cedido la custodia de la encantadora bebé que ahora sostenía entre sus brazos. Y aunque en primera instancia aquello le había parecido una locura estaba segura de que no había sido un error. Nadine se había convertido en su adoración.
Estaban en el jardín, con la llegada del verano y los altos rayos de sol el lugar era perfecto para pasar las tardes juntas. La llevaba acurrucada en sus brazos, colocó sus piececitos sobre el césped y el agua tibia de la alberca mientras la escuchaba reír y balbucear.
—Señorita, el señor Navarro le busca.
Era una visita tan inesperada como indeseada, tomó a su pequeña en brazos y regresaron al interior de la mansión.
Al verla llegar, Umberto no pudo ocultar su evidente expresión de asombro al descubrir a la bebé que Danielle colocaba en brazos de la mujer que le acompañaba.
—¿Me perdí de algo?
Su cara de idiota le producía gracia. Después de reparar en él, le pidió a la niñera que llevara a Nadine a su habitación para que descansara.
—No mucho en realidad. Supongo que vienes a ver como van los negocios.
—No exactamente. De hecho, vengo a terminar nuestra sociedad.
Sus ojos se encontraron, aquella repentina noticia le tomó por sorpresa.
—¿Por qué? —Quiso saber, intentando encontrar alguna intención oculta.
—Porque quiero que vayas por el buen camino, Danielle. Eso es lo que hubiera querido tu hermana y es lo que necesitas para recuperar a la mía. Además, tienes otras prioridades por lo que veo.
—Las tengo y recuperar a tu hermana no es una de ellas.
Para Umberto era evidente que mentía. Sin embargo, encontró diversión en comprobar por su cuenta esa afirmación.
—Y si te digo que ella está afuera esperándote.
Danielle permaneció inmóvil. Se mantuvo tensa, llevaba por un sentimiento que la recorrió de pies a cabeza, ansiosa por descubrir que en efecto se tratara de ella.
—Adelante, ahí está.
Caminó hacia la ventana decidida, miró la entrada y descubrió que no había nadie. Volteó a ver a Navarro con una expresión de odio y el hombre comenzó a reír.
—Mentir no es bueno, Dany. Pensé que ya lo habías aprendido.
Danielle refunfuñó, colocándose cerca de la puerta de salida para indicarle el camino.
—¿Es todo?
—No —continuó el hombre, disfrutando de aquella reacción—. Quiero que hagas un último trabajo para mí.
La chica le miró extrañada. Ese sujeto no dejaba de ser una maldita piedra en su camino. Ni siquiera imaginaba qué demonios podía querer ahora.
—No entiendo, pensé que ya no querías hacer negocios conmigo.
—Esto es algo más personal —aseguró, yendo hacia el mini bar para servirse un trago sin invitación—. Emilia irá a España para encontrarse con su madre, necesito que vayas y cuides de ella. Mis hermanos están molestos después de lo que hizo y temo que quieran intentar algo.

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Adiós, Diciembre
Romansa"Hay que aprender que para sanar una herida, tienes que dejar de tocarla" Emilia Navarro es la presidenta del prestigioso corporativo 24/7. Hija de una relación extramarital, tiene que aprender a sobrevivir bajo el yugo familiar de quienes intentará...