"Hay que aprender que para sanar una herida, tienes que dejar de tocarla"
Emilia Navarro es la presidenta del prestigioso corporativo 24/7. Hija de una relación extramarital, tiene que aprender a sobrevivir bajo el yugo familiar de quienes intentará...
Al día siguiente comenzó a empacar y buscar vuelos directos para volver a casa esa misma tarde. Había dejado a Julieta a cargo como la nueva directora del 24/7, y aunque sabía que era competente también sabía que era demasiado trabajo para una sola persona. No perdería más su tiempo en ese lugar.
Bajó a desayunar al restaurante del hotel. Empezó a hojear el diario local, tenía la costumbre de hacerlo en cada ciudad que visitaba. Era interesante saber las cosas que sucedían en un lugar en específico, sobre todo si era un pueblo pequeño como Santillana del Mar. Le pareció interesante saber que a aquella pequeña ciudad se le conocía popularmente con el sobrenombre de villa de las tres mentiras, puesto que según el dicho popular «ni es santa, ni llana, ni tiene mar». Esbozó una sonrisa, aquello de las mentiras comenzaba a recordarle a alguien en particular.
Estaba a punto de entregar su habitación, cuando una llamada de un número desconocido entró a su móvil.
—¿Diga?
—Emilia...
Reconoció esa voz, era Dalia.
—Lamento molestarte, pero creo que necesitamos vernos. Ayer yo...—Hizo una pausa lanzando un largo suspiro.
—No tiene por qué disculparse —intervino—. Yo...esperaba esa reacción, a decir verdad.
—Por supuesto. Pero debí darte la oportunidad de explicarme, me gustaría que volvieras a la florería, ¿crees que podamos vernos ahí?
Emilia aceptó, esa tarde ambas se encontrarían una vez más. No estaba segura de si lo mejor era pensar en ello como un borrón y cuenta nueva. Pero era imposible negar que aquello le daba cierta esperanza. Canceló su vuelo de regreso, ahora su estancia en ese lugar era indefinida.
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Estuvo frente a la tienda durante un rato, había llegado media hora antes pero no quería importunar. De nuevo estar en esa situación la ponía nerviosa. Respiró hondo y entró despacio mientras la campana anunciaba su llegada.
Dalia, que estaba sobre una silla, se puso de pie casi de un brinco. Contempló fijamente a Emilia que se mantenía firme y la miraba temerosa. Novak no dijo nada y Alisa solo observaba intrigada aquella escena. Al parecer llevaban tiempo esperándola.
—Buenas tardes —saludó mirando a quienes acompañaban a su madre.
Ambos contestaron con cortesía. Dalia caminó despacio hasta ella, reparó por primera vez en el parecido que compartían. La joven era hermosa, tenía un porte tan elegante y a decir por sus ropas la vida le había dado todo. Solamente había algo dentro de esa mirada que no encajaba con su perfecta apariencia, algo que quizá ella también llevaba a cuestas.
—Hablé con Umberto y él me dio tu número. Dijo que no te molestaría.
—Por supuesto que no me molesta, al contrario, gracias por la oportunidad. —Sus ojos estaban sobre la mujer que tenía enfrente. Era mágico poder encontrar en sus rasgos tanto de ella misma.