"Hay que aprender que para sanar una herida, tienes que dejar de tocarla"
Emilia Navarro es la presidenta del prestigioso corporativo 24/7. Hija de una relación extramarital, tiene que aprender a sobrevivir bajo el yugo familiar de quienes intentará...
Después de un par de días de su pequeño viaje era tiempo de regresar a Santillana del Mar. La relación de Emilia y las dos mujeres que le acompañaban era cada día mejor. Decirle mamá a Dalia con el paso de los días le resultó más y más sencillo, la palabra le producía una sensación extraña pero su corazón se ensanchaba al pronunciarla y ver lo que eso provocaba en la misma Dalia.
A su regreso, Novak, Adriano y Rue salieron a recibirlas. Novak ayudaba a bajar el equipaje de las chicas cuando se percató de que Emilia estaba en medio de una llamada.
—¿Qué es lo que quieres?... Estoy bien... ¿Tú qué crees? Ella confiaba en ti y le mentiste en la cara sin ningún escrúpulo...no lo sé... ¿Qué sucede?... ¿En serio?... Me hubiera encantado estar ahí para verlo... Por favor, no les tengo miedo... Que lo intenten, ya no soy la misma niña a la que encerraban en el sótano, estaré esperándolos... De acuerdo, si algo pasa te llamaré.
Colgó, descubrió a sus espaldas al hombre que llevaba su maleta y la de Dalia en ambas manos, sonriéndole con simpatía.
—Puedo hacerlo yo —le dijo, intentando recuperar la maleta. Pero este negó.
—No te preocupes, te ayudaré.
Entraron juntos a la casa, Novak no podía dejar de pensar en lo que había escuchado. Aquella última frase era inquietante. Le daba la sensación de que alguien quería llegar hasta ella y podía imaginar que se trataba de su terrible familia. Después de lo que le habían hecho a su mujer y a la misma Emilia sabía que serían capaces de todo. Y aunque sentía que su deber era decírselo a Dalia en el fondo no quería preocuparla más.
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Finalmente estaba frente a la puerta de los Ivanović, lo había pensado demasiado durante el viaje a Santander, la inquietud y las ganas de volver a Emilia la habían dominado por completo. Tomó aire y se armó de valor para tocar la puerta. Esperó durante un instante cuando un hombre castaño, fornido y unos centímetros más alto que ella abrió la puerta con un gesto extrañado.
—Buenas tardes, estoy buscando a Emilia Navarro.
Novak la miró de pies a cabeza. Danielle llevaba una camisa negra y un pantalón del mismo color. Su aspecto físico le daba toda la pinta de ser un matón de serie de televisión. Se percató de la cicatriz en su ojo y los innumerables tatuajes que sobresalían de sus antebrazos, su pecho y su cuello. La presencia de aquella mujer le hizo pensar de inmediato en la conversación que Emilia había tenido por teléfono. Por un momento imaginó lo peor.
—Disculpe —contestó, con una seriedad solemne— pero no conozco a nadie con ese nombre. Lamento no poder ayudarle.
Sintió el viento de la puerta cerrarse acariciando su rostro, se quedó unos minutos de pie frente a la cabeza sin comprender lo que había pasado.
—¿Quién era?
Le preguntó su mujer mientras veía a toda la familia reunida en la sala. Fue hasta ella para dirigirla a la cocina. Dalia lo miraba extrañada. Su actitud misteriosa comenzaba a inquietarla de sobra manera.