Afuera una ligera, pero tupida lluvia, ahogaba a toda la ciudad. Había sido una semana difícil en el periódico encargándose de todas sus gestiones. Miró su teléfono, esperaba al menos tener un mensaje de la presidenta pero era evidente que su prioridad ahora no era el trabajo. Emilia estaba comportándose como una niña con juguete nuevo al ir detrás de Lombardi y descuidar sus deberes dentro del corporativo. No iba a permitirle más faltas, hablaría seriamente con ella para poner las cartas sobre la mesa.
Sintiendo todo aquello, no pudo evitar recordar la primera vez que había estado en el restaurante que ahora compartía con Melissa. Aquel lugar había sido testigo de su primera cita con ella y de una de las veladas más románticas con Emilia. Sabía cuánto atesoraba Melissa el recinto, pero para ella era difícil poder respirar cada vez que estaban ahí. Haber hecho de ese lugar parte de su romántica historia había sido su peor error.
—Le dije a mi madre que iríamos el próximo fin de semana, quiere que comencemos a buscar el lugar para la recepción...
Melissa hablaba sin detenerse. Ella, por lo tanto, desde hacía rato había perdido por completo el hilo de la conversación. Pero a veces asentía o emitía algún sonido para hacerse presente dentro del discurso.
—...está muy entusiasmada, no ha dejado de enviarme fotos de pasteles, ideas para las invitaciones... —Melissa detuvo su verborragia, observando detenidamente a su prometida. Conocía esa expresión, sabía perfectamente qué o quién debía estar pasando por su cabeza—. Por eso he decidido dejarte... ¿qué opinas, amor?
Lucía asintió. Lanzando un suspiro mientras volvía su atención al paisaje de calles encharcadas, de automóviles salpicando peatones y aquel cielo nublado que ahora cubría la ciudad.
—Por supuesto.
—¿Te parece bien que terminemos entonces?
—¿Cómo? —Lucía la miraba azorada, no sabía en qué momento había llegado a eso. Podía darse cuenta de que Melissa estaba furiosa.
—He estado hablando sola durante todo este tiempo, ¿qué te pasa?
La chica negó. Intentando tomar las manos de su novia entre las suyas, pero ésta estaba totalmente esquiva.
—Lo lamento, he tenido mucho trabajo...
—Lo sé —intervino, elevando ligeramente más la voz—, te recuerdo que soy yo quien lleva tu agenda.
Estaba actuando como una idiota. Su mente no podía dejar de pensar en tonterías y ahora estaba en medio de una discusión sin sentido por culpa de la irresponsabilidad de Emilia.
—No me siento bien, quizá voy a resfriarme.
Melissa asintió:
—Has estado enferma por cinco años y sabemos perfectamente que tu resfriado tiene nombre y apellido.
Lucía suspiró, dejando caer en el respaldo de la silla su cuello, cansada de tanta estupidez.
—No empieces, Melissa. Por favor, ni siquiera viene al caso.
—¿Ah, en serio? —estaba verdaderamente molesta, no podía creer que Lucía continuara negándolo—. Porque yo creo que viene muy al caso. Tu ex insuperable está de vacaciones con su nueva novia y curiosamente desde su partida tu humor es otro, ¿crees que soy estúpida? ¿qué no puedo darme cuenta?
Lucía volvió sus ojos hacia las mesas continuas que comenzaban a mirarlas. No iba a decir nada más solo para alimentar aquel desagradable espectáculo.
—¿Sabes qué? Olvídalo. Me quedaré con mis padres en lo que se te pasa el resfriado —Tomó su bolso con rapidez. Sintiendo como la mano de Lucía se aferraba a su antebrazo—. Suéltame.

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Adiós, Diciembre
Romance"Hay que aprender que para sanar una herida, tienes que dejar de tocarla" Emilia Navarro es la presidenta del prestigioso corporativo 24/7. Hija de una relación extramarital, tiene que aprender a sobrevivir bajo el yugo familiar de quienes intentará...