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Danielle no tenía palabras después de lo que acababa de escuchar. La madre de Emilia estaba viva y lo más sorprendente era que ninguna de las dos sabía de la existencia de la otra. Tenía tantas dudas al respecto pero dejó que Navarro continuara.
—Mi madre intentó criar a Emilia como su hija. Pensó que podría hacerlo, pero ella comenzó a parecerse cada día más y más a Dalia. —Se llevó un sorbo de vino a los labios—. No pudo con eso. Lo que empezó como un trato humanitario o de hospicio se convirtieron en años de humillación y rechazo para esa pobre niña. Ella la aborreció hasta el último momento de su vida. No dejó que el viejo le dejara nada en su testamento porque en realidad a ella también le pertenecía. Estaban casados por bienes mancomunados y un divorcio no era opción para él, por eso nunca la dejó. Le habría quitado la mitad de todo. Sin embargo, Guillermo tenía un as bajo la manga.
»Después de la muerte de mamá le compró el corporativo. No era más que un edificio, pero tenía lo necesario para que Emilia empezara algo por su cuenta, lejos del imperio Navarro. Siempre fue inteligente, calculadora, seria en toda cuestión, educada, había aprendido de la mejor. Mi madre estaba empeñada en al menos hacerla una mujer de bien, que mi padre usara su belleza y así casarla con algún magnate para asegurarle la vida, pero mi hermanita tenía otros planes. Por suerte mamá murió antes de que conociera a Lucía. Habría hecho lo mismo que hizo con Dalia, arrancarla de su vida. Porque con ella... Jamás la vi sonreír así hasta que la conoció. Parecía que guardaba esa felicidad solo para ella. Pero, como bien sabes, las cosas terminaron.
»Para entonces Emilia le había probado a todos que era digna de ser una Navarro. Mi padre solamente le había dado un viejo edificio y ella se encargó de hacer del periódico un éxito a nivel nacional. Eso solo incrementó el odio de mis hermanos, estaban celosos porque decían que Guillermo nos había apoyado en todo; a ella y a mí. Pero, carajo, ¿quién se quedó con todas las empresas del viejo sino ellos? Y míralos, a punto de llevar todo a la mierda.
Umberto sonrió. Miró por primera vez en todo su monólogo a Danielle que parecía tan pasmada como antes. Sabía que tenía mucho que decir, así que esperaba con ansias aquella pregunta.
—¿Por qué me lo estás diciendo? ¿Qué se supone que haga?
—Porque si algo sale mal quiero que esta información llegue a ella y así tenga un lugar seguro al cual recurrir. Es momento de que sepa la verdad.
Navarro le mostró una de las hojas de los documentos, era un mapa impreso a color que daba la ubicación exacta de una residencia.
—Dalia Talamantes vive justo ahí, con su esposo y sus dos hijos. Es su pase de salida y ahora es tu responsabilidad hacérselo llegar. Si la amas, encontrarás el momento ideal para hacerlo.
Danielle sostuvo aquella hoja, miró el número, la ubicación. Esa dirección estaba al otro lado del mundo. En España, muy cerca de Francia.
Entendió entonces su propósito. Aquella noticia cambiaría por completo la vida de Emilia. No podía esperar para poder decírselo, pero tenía que ser prudente por indicaciones de Navarro.
—¿Por qué jamás le dijiste? ¿Por qué torturarla y engañarla todo este tiempo?
El hombre dejó su copa de lado, mirando el retrato de su madre que colgaba sobre su muro. Sus ojos azules le miraban fijamente, sabía cuán decepcionada estaría en ese momento de él.
—Se lo prometí a ella —dijo con una profunda melancolía en su voz— era mi madre después de todo. Una mujer llena de defectos y mil errores. Pero me amaba más de lo que jamás me amó mi padre.

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Adiós, Diciembre
Roman d'amour"Hay que aprender que para sanar una herida, tienes que dejar de tocarla" Emilia Navarro es la presidenta del prestigioso corporativo 24/7. Hija de una relación extramarital, tiene que aprender a sobrevivir bajo el yugo familiar de quienes intentará...