Por la mañana Emilia despertó como siempre con los primeros rayos del sol. El color naranja que entraba por la ventana la hizo caminar hasta el balcón que tenía vista al enorme lago que las rodeaba. Se recargó sobre el barandal, sintiéndose abrumada con el apacible amanecer que le regalaba el bucólico paisaje. A pesar del frío, aquella imagen era lo suficientemente cálida como para resguardar la temperatura de su cuerpo.
Escuchó la puerta corrediza abrirse y Danielle salió de la habitación envuelta en el enorme cobertor que las había cubierto esa noche.
Danielle sabía que Emilia había salido únicamente con la bata y su camisón. Así que la rodeó por la espalda, abrazándola y arropándola mientras hundía sus labios entre su cuello.
—Pescarás un resfriado si sales sin ropa, Diciembre.
—Es una vista hermosa. Podría quedarme aquí por siempre.
—Puedes quedarte el tiempo que quieras.
Emilia giró para quedar rostro a rostro con ella, aferrándose a aquel abrazo que ahora calentaba hasta su interior.
—Podemos empezar con un par de días.
—Suena bien para mí —contestó, esbozando una sonrisa y recibiendo su beso de buenos días por parte de Emilia—. Todavía tengo otra sorpresa, ya regreso.
Danielle se quitó el cobertor dejándolo sobre el cuerpo de Emilia para entrar de nuevo a la cabaña.
Se quedó un momento más viendo aquella hermosa vista. No podía dejar de pensar en lo distinta que era su vida ahora. Con la llegada de Danielle habían pasado tantas cosas, pero una de las más importante es que sentía que al fin podía liberarse de su pasado. Después de años de sentirse rota, ahora finalmente había recogido sus pedazos y estaba frente a si misma intentando reconstruirlo todo.
Entró de nuevo a la cabaña, preparó la tina y se recostó sobre la deliciosa agua caliente cerrando los ojos. Escuchó que la puerta se abría y encontró a Danielle desnuda frente a ella.
—¿Te molesta compartir?
Negó, dejó que Danielle entrara despacio para acomodarse dentro de la preciosa bañera.
—Ven aquí —le dijo, pidiéndole que se recostara sobre su pecho—. Quiero lavar ese espeso cabello.
Danielle aceptó, colocó su cabeza sobre los pechos de Emilia sintiendo como sus dedos masajeaban su cuero cabelludo con delicadeza.
—¿Qué dice este tatuaje?
Tenía los ojos cerrados, sintió los dedos de Emilia sobre su cuello lo que provocó que se incorporara ligeramente. Lo mejor era no titubear, así que lo soltó sin desmesura.
—Grecia.
—¿Te tatuaste el nombre de tu hermana?
Danielle asintió, terminó por inventar una historia en la que ese tatuaje había sido una promesa entre hermanas y Grecia se había arrepentido en el último momento, justo cuando ella ya tenía su nombre grabado en tinta sobre su cuello. Sin embargo, la verdad era que en un arranque de celos, justo después de haberse involucrado con la esposa de uno de sus socios, a causa de una borrachera, Grecia le había llevado hasta el estudio más cercano para dejarle su imborrable advertencia: "Eres mía, Danielle. Jamás lo olvides".
Emilia estaba sorprendida, había sido una mala jugada y ahora Danielle tenía que llevar su nombre sobre su piel. Se preguntó si acaso no había otra intención. No pudo evitar pensarlo al recordar lo que le había contado sobre la forma en la que Lucio las crío. No sería extraño que Grecia creciera con la idea de que Danielle era de su "propiedad". Era una idea loca, estaba segura de que tendría que sacarla de su mente por el bien de su naciente relación.

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Adiós, Diciembre
Romance"Hay que aprender que para sanar una herida, tienes que dejar de tocarla" Emilia Navarro es la presidenta del prestigioso corporativo 24/7. Hija de una relación extramarital, tiene que aprender a sobrevivir bajo el yugo familiar de quienes intentará...