Tres, cinco, diez llamadas en una semana y era como si a Danielle Lombardi se la hubiera tragado la tierra. De no haber sido testigo de que su hermana se la había llevado el día de su arresto habría imaginado que tenía cadena perpetua. Danielle jamás dejaba más de un día sin responder un mensaje, ni siquiera cuando salía de viaje. Esperaba que estuviera bien y que su desaparición no se relacionara con el incidente de la fiesta de aniversario del periódico. Por un instante lo pensó, quizá se había aburrido de ella y por eso se había alejado. Era deprimente, ¿tan mala era su compañía como para salir huyendo de esa forma?
Con el paso de los días sentía que su cuerpo la necesitaba, era curioso. Había pasado cinco años sin estar con nadie y ahora Danielle había despertado ese mundo de sensaciones y emociones que comenzaban a ser relevantes para ella.
—Julieta, ¿hay algún pendiente? —le preguntó a su asistente por el intercomunicador.
—No, presidenta. Solo la reunión con Rubens que es pasado mañana.
—Bien... ¿Alguna llamada?
—...no, presidenta...lo siento.
Suspiró. Estaba comenzando a parecer una desquiciada. Tomó sus cosas decidida a marcharse. Lo mejor era marcharse, tomar una copa de vino y un baño de burbujas. Alguna película en verdad mala, antigua, en blanco y negro, algo que le aburriera para finalmente terminar complaciéndose de forma patética como antes de Danielle.
—Presidenta...
Emilia dio un sobre salto. Contempló el intercomunicador y dejó su bolso en el escritorio.
—¿Pasa algo, Julieta?
—La señorita Lombardi está aquí.
Emilia sintió que su piel se erizaba. Su corazón latió con fuerza, de pronto se encontró tan nerviosa que sin darse cuenta había dejado pasar un tiempo desde la respuesta de su asistente.
—¿Presidenta?
—Hazla pasar. —Se sentó frente al escritorio, encendió la computadora y abrió un archivo solo para simular que aún continuaba con su trabajo.
Danielle entró, llevaba el cabello sujeto con un top knot, un saco color plumbago con unos pantalones negros y una camisa del mismo color. Sonrió al ver a Emilia en el escritorio.
—Pensé que no me recibirías, Diciembre.
Emilia suspiró, se quitó los anteojos, apoyando un brazo sobre el escritorio mientras sostenía su barbilla con una expresión seria.
—No debí. Pero la verdad es que estaba preocupada por ti.
—Lo siento, surgió un viaje de negocios y tuve que ausentarme.
—¿Ausentarte? —preguntó la rubia, con sus ojos sobre ella—. Desapareciste.
—Acabo de llegar. Aun traigo mi equipaje en el auto, vine directo aquí porque...
Emilia no notó en qué momento había llegado hasta ella. Danielle era sigilosa. Se sentó sobre el escritorio acariciando el collar que llevaba en su cuello rozando intencionalmente su piel
—...solo podía pensar en ti.
Una mano era suficiente para que hiciera de las suyas. Desabotonó poco a poco la blusa de Emilia, hasta su ombligo, obligándola a mostrar su precioso sostén blanco.
—Detente... —sentenció con voz determinante, alejando abruptamente aquella caricia.
Danielle la contempló, era normal que estuviera molesta después de poco más de una semana de ausencia. Ni siquiera le había contestado un mensaje así que no podía culparla. Además, no iba a confesárselo a Emilia, pero después de lo sucedido muchas inquietudes habían surgido. Danielle comenzaba a encontrarse atraída hacia ella, era una mujer bondadosa, independiente, fuerte, y quizá la única de sus amantes que había podido retener la mirada de su hermana en años, ¿quién podía tener la fuerza para no sentirse seducido ante su encanto? Sin embargo iba a respetarla, ella era quien tenía el control de ese juego después de todo y si su voluntad era detenerlo, entonces no había nada que pudiera hacer salvo dar la media vuelta y marcharse. Se alejó, le dio la espalda cuando de pronto los brazos de Emilia rodearon su cintura antes de que su mano se aferrara a la perilla de la puerta.

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Adiós, Diciembre
Romance"Hay que aprender que para sanar una herida, tienes que dejar de tocarla" Emilia Navarro es la presidenta del prestigioso corporativo 24/7. Hija de una relación extramarital, tiene que aprender a sobrevivir bajo el yugo familiar de quienes intentará...