Capítulo 8

274 27 0
                                    

Maya

—¡Quiero mi cerveza!  —Su grito retumba en la oscuridad.

—Era la última señora —aprieto los puños a mis costados sabiendo lo que me espera.

—¿Dónde está tu padre?

—Sa... salió —trago saliva —. Dijo que iba a llegar tarde.

Cierro los ojos con fuerzas cuando noto que se levanta del sillón viejo.

Un golpe impacta contra mi mejilla. El dolor arde y batallo conmigo misma para no llorar. Todo es oscuro, siempre lo ha sido.

Mis ojos se abren. Estoy bañada en sudor y lágrimas. La oscuridad me atrapa mientras que mis manos buscan el interruptor de la lámpara. La luz me ilumina y se lleva a los demonios que una noche más han bajado al infierno junto a mí.

Es la segunda pesadilla en una noche, cuando se fue Allan traté de dormir un poco pero no ha pasado ni una hora desde entonces.

Agarro el móvil que está encima de la mesilla y observo que tengo un mensaje de alguien desconocido, no conozco el número y dudo en abrirlo o no pero finalmente lo hago con las manos temblorosas.

"Tú no eres así, deja de fingir algo que no eres"

Mi piel se eriza y mi cuerpo se pone en alerta cuando las palabras me gritan verdades que soy incapaz de asimilar.

Decido ignorarlo y me levanto de la cama, apenas son las tres de la mañana por lo que decido vestirme y salir a la calle.

Una brisa de aire fresca acaricia mi cara en cuento pongo un pie fuera de casa. Tomo una respiración profunda y me dispongo a caminar sin rumbo.

El silencio es dueño de la noche, la farolas titilean bajo mi y la lluvia empapa mi ropa y pelo.

Entro en el primer bar que encuentro abierto y me dirijo a la barra.

—¿Qué deseas? —Me pregunta el chico detrás de la barra.

—Un malibú con piña —me guiña el ojo y se marcha.

Miro a mi alrededor, observando a la gente bailar, los minutos pasan y siento al camarero acercarse.

—Aquí tienes —me regala una sonrisa.

—Gracias —murmuro.

Llevo el vaso a mis labios y tomo un sorbo, tengo el estómago vacío y sé que el alcohol no tardará en hacerme efecto.

Apoyo mis antebrazos en la barra y paso mis manos por el pelo.

—¿Un mal día? —Una voz masculina muy conocida interrumpe mis pensamientos.

Mi vista se pasea hasta encontrarme con su mirada verde. Alessio Flynn, el chico al cual ignoré hace un par de semanas en el instituto.

Al día siguiente de nuestro encuentro en el acantilado no le vi por los pasillos, ni en ninguna clase, así que supuse que ya no me buscaría el resto de los días. Pero a la semana siguiente si nos vimos y si hablamos durante un mes solo me juntaba con él en los ratos que teníamos libres, hasta que un día el creó otras amistades y se alejó de mi.

—Parece que el destino quiere juntarnos —deja una bandeja de bebidas vacías encima de la barra.

Mi lado curioso se despierta, ¿trabaja aquí? Me pregunto a mi misma, mientras que mis ojos siguen analizando sus movimientos.

—Eso de ignorarme te lo tomas muy enserio —se hace un silencio entre nosotros —. Bien, como no me vas a responder, voy a seguir con mi trabajo —se da la vuelta pero antes de que se marche lo paro.

—Espera —le digo y el se gira para mirarme —. Yo, yo... lo siento, si ha sido un mal día —se sienta en el taburete frente a mi —. Lo dejé con Allan —confieso.

Ellos dos se conocían de vista pero nunca habían cruzado palabra ninguna.

—¿Por qué? —Inquiere —. Se os veía genial y felices, ¿no? —Extiende la mano y toma la mía en un gesto cariñoso.

—Le dije que había conocido a otro chico —bajo la mirada evitando la suya.

No tengo ninguna respuesta por parte suya, solo el bullicio de la gente de alrededor es lo que se escucha.

—Maya, ¿por qué no te vas a casa y descansas un poco? —Dice después de un largo silencio —. Pido un rato libre y te llevo en coche —ofrece.

—Lo agradezco, pero prefiero caminar sola —le doy una pequeña sonrisa.

—¿Estás segura? Es muy de noche.

—Sí, no te preocupes.

Rebusco en mis bolsillos para sacar el dinero y pagar.

—Déjalo, yo te invito —me detiene —. Avísame cuando estés en casa —se levanta y se marcha, lo pierdo de vista a los segundos.

Salgo del bar prácticamente corriendo, el frío me golpea cuando pongo un pie fuera, me abrazo a mi misma y camino por las calles vacías, por suerte dejó de llover hace rato.

Quizá volver sola no era una buena idea después de todo.

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora