(PARTE 1)
Maya
7 de noviembre de 2019
—Maya... hija —la voz de mi padre quebrándose interrumpe mis pensamientos.
—Estoy bien papá, no tienes por qué preocuparte —le doy una leve sonrisa.
En verdad si tiene porqué preocuparse, pero no quiero que lo haga, estoy bien, claro que lo estoy, ¿no?
Bajo la mirada y la paseo por mi brazos que ahora están cortados, mi padre me quita la cuchilla de las manos y la sangre escarlata gotea por el suelo de mi habitación que se combina con las lágrimas que resbalan por mis mejillas.
—Voy a por el botiquín para curarte, quédate quieta, por favor, hija —su voz es una súplica y sus ojos están llorosos.
La espera se me hacía eterna, sentía mi cuerpo sin fuerzas y mi cabeza daba vueltas, sabía que en cualquier momento podía desmayarme.
—Maya cariño, ya estoy aquí —se agacha frente a mí.
Toma mi brazo y con un algodón empapado de alcohol presiona los cortes. Arde, pero ni siquiera puedo sentir dolor, mi mente es presa de los recuerdos y una vez más sé que no podré sentirme libre. Me ahogo en mi y sé que es hora de apagarse.
Siento los brazos de mi padre sujetarme con fuerzas y llevarme hasta tumbarme en la cama, me habla pero soy incapaz de escucharle, su voz suena lejana y me siento sin fuerzas cuando deja un beso en mi frente y se marcha por la puerta.
La oscuridad me envuelve una vez más.
El sonido de unos golpes en la ventana interrumpen mi sueño y puedo ver una silueta al otro lado, reconozco de inmediato a Allan.
La lluvia empapa su pelo y su ropa y apuesto lo que sea que lleva ahí un buen rato.
Me levanto de la cama y me dirijo hacía él, abro la ventana y el frío me golpea, le dejo pasar y cierro a su paso.
—¿Qué haces aquí? —Pregunto cuando ya está dentro.
—Tu padre me llamó diciendo lo que había pasado.
—No quiero hablar de ese tema —digo rápidamente.
—Está bien, pero me quedaré aquí contigo.
—No te muevas de ahí, no quiero que mojes todo el suelo.
Suspiro y busco entre mis cajones algo de ropa para él.
Encuentro una sudadera negra y unos pantalones suyos que me regaló alguna vez y se los doy.
—Cámbiate, estás empapado —lo acepta y agarra la ropa entre sus manos —Ya sabes donde está el baño —digo cansada y me siento en el borde de la cama.
—Gracias —me ignora y comienza a quitarse la ropa frente a mí.
—¡Te dije que te fueras al baño!
—Y también me dijiste que no mojara todo el suelo —se encoge de hombros y termina de cambiarse.
—Eres insoportable.
—Y tú una quejica.
—Insoportable.
—Quejica.
—¡Insoportable!
—Quejica.
Me frustro y me tapo la cara con el cojín ahogando los gritos.
—Que - ji - ca —escucho su risa.
Le lanzo una mirada asesina y su cara cambia a un semblante serio inmediatamente pero sé que está aguantando la risa.
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Silencio
RomanceLos silencios llenos de miradas sin respuestas, las dudas, los secretos, las mentiras, el sufrimiento detrás de gritos ahogados en desesperación que no se dejan salir y las sonrisas fingidas que se convierten en un rostro serio lleno de oscuridad y...