Marco
La manera experta de sus pies, como sus caderas siguen el ritmo de la canción a la perfección, me vuelve loco.
Llevo observándola desde que ha entrado por esa maldita puerta y ni si quiera ha notado mi presencia.
Ese vestido negro me recuerda a esa noche. La noche en la que nos conocimos realmente.
Estoy sentado en uno de esos sillones con un brazo apoyado en el respaldo y en la otra mano tengo una copa de vino blanco.
Su mirada azulada como el mar en la cual me podría ahogar mil veces, se encuentra con la mía, entre toda esa multitud.
Doy un sorbo al vino y ella se mantiene de pie, sin bailar, ausente.
Me analiza, aún siento sus labios sobre los míos y su aroma a vainilla.
Dejo la copa en la mesa y me levanto, camino a paso lento hacia ella y ella hace lo mismo, camina hacia mí.
No perdemos el contacto de la mirada y todas las personas de alrededor desaparecen, solo me centro en la chica que viene hacia mí, únicamente en ella.
La música, el tiempo se realentiza y por fin solo estamos a unos pasos de estar frente a frente.
Cuando mi mano está a punto de envolver su cintura, desaparece.
Salgo del trance, ella ya no está y yo sigo en el sillón, en la misma posición. Todo había sido producto de mi imaginación.
—Marco —la voz de Inés retumba en mí.
Inés es una amiga de la infancia, se me olvidaba que había venido con ella a este lugar.
Estoy rodeado de personas, Carlos, Damián, Lana y Anne hablan entre ellos. También son amigos.
Ales y yo mantenemos distancias, ni si quiera hemos cruzado miradas desde que estamos aquí.
Y lo vi irse hasta estar junto a Maya por eso le dije al camarero que lo alejara de ahí, y menos mal que lo hizo, si no hubiera perdido el control de nuevo.
—¿Me estás escuchando Marco? —Escucho la voz de Inés otra vez.
—Sí, si claro —busco con la mirada a Maya pero no la encuentro.
—¿Ah, si? ¿Y qué te he dicho? —No respondo, tengo la mente en otro lado —. ¡Marco! —Me grita esta vez y le presto atención —. Estamos hablando de tu cumpleaños que es mañana.
La ignoro y me levanto del sillón sin decir nada ni mirar a nadie.
Camino entre la gente, buscando. Buscándola a ella y al fin la encuentro, sentada junto a Nis riendo y me acerco a ella.
Me siento a su lado sin decir nada y paso el brazo por el respaldo de detrás de ella.
—¿Qué haces aquí? —Pregunta.
—Verte —me encojo de hombros.
—Chicos, os dejo solos, yo estaré por ahí —habla Nis y se marcha antes de que podamos responder.
—Mañana es mi cumpleaños, estás invitada.
—Ya... no creo que vaya.
—¿Por qué?
—Estará Ales y no quiero verle.
—Te entiendo pero quiero que vengas y no acepto un no como respuesta, aunque solo sean cinco minutos vas a venir.
—Ya veremos.
—Estás preciosa —suelto.
—Gra... gracias —noto su nerviosismo.
No me ha mirado desde que he llegado, tiene la mirada perdida y sé que odia estar en este lugar.
—Puedo llevaros a casa a las dos.
—Por favor, sácame de aquí —pide.
—Vamos —me levanto y extiendo mi mano hacia ella, la acepta.
Caminamos hasta dar con Nis y salir de ese lugar lo antes posible.
El frío nos recibe y andamos hasta el coche en silencio. Maya se monta en el lado del copiloto y Nis en los asientos de atrás.
Permanece el silencio hasta que aparco frente a la puerta de Nis y ella habla.
—Gracias —veo por el retrovisor como me sonríe —. Hasta mañana chicos, te quiero May —baja del coche.
—Parece buena chica —arranco el coche de nuevo.
—Lo es, es la mejor —susurra —. No quiero volver a casa, llévame a otro lado.
—Voy a llevarte a mi lugar favorito —desvío el coche y me meto en otra carretera.
—En menos de una hora es tu cumpleaños.
Miro el reloj son las 23:24, sonrío al saber que voy a estar con ella y que va a ser la primera en felicitarme.
—Hemos llegado —aparco el coche.
Salimos y aprecio las vistas, es un lago enorme donde se refleja la luna.
—Es precioso, ¿vienes mucho aquí? —Pregunta.
—Dejé de venir cuando mi madre falleció —el pecho se me comprime —. Ella me traía aquí cuando era un niño, todos los días merendábamos aquí y cuando cumplí diecisiete y salí del centro ya no estaba —trago saliva —. Ni si quiera pude despedirme, un accidente de coche, eso le pasó.
Nos sentamos en el suelo, frente al agua, no dice nada, no hace falta que lo haga.
Estamos cerca, lo suficiente como para sentir su brazo rozar el mío.
—Mi madre falleció en un incendio, yo tenía dieciséis, antes de que me internaran en el psiquiátrico fue.
—Lo sé, sé todo de ti pequeña Maya —susurro.
—¿Pequeña Maya? —Repite mis palabras y deja caer su cabeza en mi hombro suspirando.
—Eres pequeña y te llamas Maya —la verdad yo tampoco sabía porque la había llamado así —. También eres ridícula.
—¿Ridícula yo?
—Eres ridiculamente pequeña.
—Y tu eres ridiculamente imbécil.
Sonrío ante su respuesta y mantengo fija la vista al frente.
Estar tan cerca de ella acelera mi pulso pero me hace sentir bien.
—¿Y tu padre? —Cambia de tema.
—Se fue de casa hace casi siete años y aún no ha vuelto —digo en un hilo de voz.
—Tuvo que ser difícil.
—Lo fue, pero ya no me importa en absoluto.
—¿Qué pasó con los padres de Ales? Sé que vive con sus tíos y su hermana Lia pero nunca me dijo lo que pasó realmente.
—Es un tema del cual no puedo hablarte Maya —hago una pausa —. Si él no te lo quiso contar es por algo.
—Ya... pero, ¿Lia sigue saliendo con su novia Ivet?
—Aún siguen —confirmo.
—La vez que las conocí se veían genial juntas y parecía que no había problemas entre ellas, incluso llegué a imaginar que algún día estaría así con Ales pero ya ves como es el destino.
—Ales es un idiota, es mi mejor amigo pero a veces se puede comportar como tal sin darse cuenta y no ve el daño que puede llegar a causar a otros.
Nos mantenemos callados durante unos mimutos hasta que escucho su voz débil y cansada.
—Feliz cumpleaños ridículo imbécil.
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Silencio
RomanceLos silencios llenos de miradas sin respuestas, las dudas, los secretos, las mentiras, el sufrimiento detrás de gritos ahogados en desesperación que no se dejan salir y las sonrisas fingidas que se convierten en un rostro serio lleno de oscuridad y...