Capítulo 36

158 10 2
                                    

Allan

Caminé en dirección a la casa de Maya con la intención de darle una sorpresa, de contarle la verdad, contarle la amenaza de Luca, el por qué fingí mi muerte y expresarle el miedo que he tenido de perderla en más de una ocasión cuando no sabía nada de su estado.

Pero cuando llegué a su puerta y llamé durante más de diez minutos y nadie abrió, mi corazón dio un vuelco.

Esa noche caminé por todo el pueblo de Lost en su busca, por el bosque, por cualquier rincón de ese maldito lugar hasta que llegué a ese sitio. Al sitio. A ese maldito acantilado.

Y allí fue cuando mi vida se desencajó, cuando vi su collar en forma de media luna junto a una carta. La sujeté entre mis manos y la abrí lentamente, con las manos más temblorosas que nunca.

Y ahí, comencé a leer como pude. Con lágrimas en los ojos.

"Si estás leyendo esto, significa que estoy muerta, hoy decidí terminar con mi vida, y sí, soy consciente de lo que me espera al otro lado.

Está bien Allan, no quiero que llores, olvídame, haz tu vida, sé feliz. Conoce a otra chica, llévala a la playa, al bosque, descubre sitios con ella, cásate y ten hijos, cumple nuestro sueño, por ti, por mí, por nosotros.

Nunca quise ser salvada, estaba rota, ya no me quedaba nada, no quería seguir, entiéndelo, no era feliz, solo fingí serlo y siendo sincera nunca sentí nada, ni por Marco, ni por ti. Me convencí a mí misma pensando que si tenía sentimientos pero lo único que sentía era un vacío que no sabía sobrellevarlo y me engañé llamándole "amor".

Estaba apagada, desconectada del mundo, con la mirada perdida y una sensación de ahogamiento al que me acostumbré. Lo único que llegué a permitirme sentir era odio, y ese odio era para mi misma, porque sí, me odio.

Nis fue la mejor amiga que pude llegar a conocer en mi vida, compartíamos los mismos problemas, los mismos miedos, incluso nos vamos de la misma forma, por decisión propia.

Marco el único que pudo llegar a entenderme a la perfección, siempre estuvo ahí. Siempre fue él.

El mundo puede llegar a ser tan asfixiante a veces, ojalá hubiera encontrado un botón de apagado en la vida para desconectar de todo porque lo hubiera usado sin dudas.

Todas las cosas buenas llegan al final ¿no? Pues este es el mío.

Mentiras, de eso se trataba mi vida. Secretos, dudas... Yo elegí esto, tú que estás vivo puede elegir otro camino, otras vías. Afronta tus problemas, la muerte no es una opción.

Me voy dejando atrás este mundo al que no quiero pertenecer, después de tanto tiempo arrastrando un pasado lleno de dolor y lágrimas, un presente agotador y lleno de mentiras y un futuro sin salida, sin escapatoria, con el sonido de las olas romper, algo que me tranquiliza, a punto de sentirme en paz... siempre quise saber que era la libertad y por fin lo he descubierto, por fin soy libre.

Maya C."

La hoja gritaba palabras enterradas bajo tierra, palabras que nunca pudieron salir de ella, palabras que me hubiera gustado escuchar salir de su boca, porque aunque por mucho que me duela quería volver a escuchar su voz.

Ella sabía que la mentí, que en verdad seguía vivo, por eso esa carta era dirigida hacia mí. Y la guardaría para siempre, ahora empapada de lágrimas, sólo mía.

Guardé la hoja doblada en mi bolsillo junto a su collar y bajé a la orilla de la playa. Mis piernas temblaban por el miedo y la incertidumbre.

Y allí la vi. Su cuerpo sin vida era arrastrado por la marea hacia la orilla. El vaivén de las olas la acercaba más y más pero yo me sentía lejos, muy lejos de ella.

Porque verla por última vez y en ese estado era como si un huracán arrasara con todo. Con mi vida. Mi corazón. Y alma.

Mis pies se movieron automáticamente hacia ella y cuando su cuerpo ya estaba sobre la arena fría me agaché junto a ella.

Acogí su cara entre mis manos y le aparté el pelo mojado de su preciosa cara. Ya no podía ver sus ojos azulados, esos que me llevaban al cielo siempre.

Las lágrimas se deslizaban sin parar por mis mejillas e intentaba ahogarlas muy dentro de mí.

—¿Por qué me haces esto, May? — Solllozo.

Las manos me tiemblan cuando las paso con suavidad por su rostro.

—Necesito que estés aquí conmigo, necesito que me digas lo insoportable que soy -la voz me tiembla.

Dejo un breve beso en su frente fría.

—Necesito volver a escuchar un te quiero salir de tu boca o un te odio, lo que sea —veía su cara borrosa por las lágrimas —. Por favor, May, te necesito —susurro.

La piel se me eriza y mi corazón se hunde un poco más cuando ya escuchaba cerca las sirenas de la ambulancia y sabía que esta iba a ser la última que la vería y que podía despedirme de ella.

—Lo siento, May, lo siento por haberme alejado de ti de esa manera. Lo siento tanto —cojo aire —. Siento haberte hecho pasar por todo esto, siento que ya no podamos estar juntos —me muerdo los labios y continúo —. Espero que así consigas no sentir todo el dolor que has estado aguantando todos estos años. Espero que así y sólo así consigas esa libertad de la que tanto me hablabas.

Beso sus labios por última vez, un beso corto y sútil pero lleno de sentimientos y emociones que me desbordaba. Un beso que enterré en mi mente para siempre, bajo la oscuridad de esa noche y el frío que me arropaba.

—Te amo, May. Siempre lo haré.

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora