Capítulo 13

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Allan

2 de diciembre

Me lavo la cara por quinta vez, mi reflejo me grita pero soy incapaz de escucharle, tengo ojeras de no dormir, del cansancio y los ojos rojos de llorar.

La rabia me consume y mi puño impacta contra el espejo que ahora está hecho añicos, mis nudillos sangran pero no duele, ya no.

Salgo del baño y de casa, cojo el coche y me dirijo al cuartel donde trabaja mi madre. Aparco y bajo lo más deprisa que puedo.

—Aquí no puedes estar —un hombre vestido de uniforme me detiene en la entrada.

—Quiero hablar con la comandante Boyle —me tenso.

—Está ocupada ahora en una misión —se excusa.

—La misión no se ejecuta hasta dentro de una hora, exijo hablar con ella —me mantengo firme.

—Tan solo eres un crío, la comandante no querrá ni verte.

—Soy su hijo y como no me deje pasar ahora mismo te aseguro que ella misma se encargará de hacerte la vida imposible aquí dentro —le amenazo y noto el nerviosismo en su cara.

—Está en su despacho —se aparta de la puerta y me deja entrar.

Camino rápido buscando su despacho hasta dar con él, doy varios golpes a la puerta y abro de golpe.

—Quiero ir.

—No puedes venir Allan.

—Voy a ir y no vas a poder hacer nada para impedirlo.

—Entiendo que quieras rescatar a Maya pero es una misión de alto riesgo y si te pasa algo yo no me lo perdonaría nunca porque eres mi hijo —se levanta de la silla que está al otro lado de la mesa y camina por todo el lugar.

—Si me pasa algo es mi responsabilidad por querer ir pero no me lo vas a impedir —hago una pausa siguiéndola con la mirada —. Dile a tu ejército que se prepare ya porque estamos perdiendo tiempo.

—No es fácil planear una misión así, lleva horas y horas de trabajo, semanas e incluso meses —suena enfadada —. Nosotros la hemos preparado en cinco días y son cientos de soldados que debo organizar para que todo salga a la perfección, así que tú no vas a intervenir ahora, ni si quiera deberías haber entrado aquí.

Mis hombros se tensan, la rabia recorre mi cuerpo y sé que estoy apunto de estallar.

—Tú no vas a hacer nada para detenerme y si tú no me dejas ir, iré yo a por ella, no me importa si salgo muerto de ahí con tal de salvarla, ¿entiendes? —Alzo la voz —. No me importa dejarme la piel por ella, no me importa en absoluto nada de mi con tal de que ella sobreviva y lo haría las veces que haga falta para que ella pueda vivir la vida que se merece y no seguir arrastrando tanto dolor, porque Maya es lo único que me importa en este momento —mi respiración es un descontrol y la mandíbula me duele de tanto apretarla.

—Está bien Allan —se acerca a mí y acaricia mis brazos —. Te dejo venir, pero harás todo lo que te diga en todo momento, ¿entendido? —Asiento con la cabeza y luego me abraza —. Te dejaré un chaleco antibalas, voy a darle la orden a los soldados, en unos minutos salimos, espérame abajo.

Se va del despacho y yo me quedo de pie unos minutos más en el mismo sitio, siento que mi corazón se va a desbordar en cualquier momento. Salgo y espero fuera.

Al rato viene mi madre con todo el ejército preparado para irse.

—Aquí tienes, póntelo —me presta un chaleco antibalas y me lo coloco —. Sube al jeep —señala uno que está en frente.

Le hago caso porque no me queda más remedio, empiezo a caminar hasta allí y escucho la voz de mi madre lejana ordenando a los cientos de soldados que están en fila con sus armas.

Subo al jeep y espero a que venga, a los minutos llega y sube al lado del conductor.

—¿Estás listo? —Arranca el motor.

—Eso creo.

Salimos del cuartel con diez jeep siguiéndonos el paso. El camino es silencioso y corto, llegamos a un bosque, nos adentramos entre los árboles hasta dar con un edificio abandonado. Apaga el motor y me deja la llave.

—No salgas, te daré una señal y cuando lo haga vas a por Maya y te vas de aquí con ella, ¿entendido? —Asiento con la cabeza y sale del jeep.

Veo como se reúne con todos los soldados y empieza a dar órdenes, en cuestión de segundos entran silenciosamente en el lugar.

Desaparecen de mi vista de un momento a otro y a los minutos comienzo a escuchar disparos, mi cuerpo se tensa y dudo en salir o no.

Observo a un tipo salir corriendo del lugar y me agacho para que no me vea, me fijo en él y me doy cuenta de que es Luca Muller, la foto que me enseñó mi madre días antes se aparece en mi mente, todos los rasgos encajan con él.

Salgo del jeep cuando veo a mi madre salir y voy corriendo hacia ella.

—Está en el sótano —me dice con la respiración entrecortada —. Ellos dos te acompañarán —señala a dos tipos armados.

Sin responder me adentro en el edificio sintiendo la adrenalina recorrer mi cuerpo, busco las escaleras que den al sótano y al fin las encuentro, bajo con rapidez pero con cautela, siento a los dos tipos seguirme el paso a mis espaldas.

Me paro en seco y mi vida se desencaja una vez más cuando veo el pequeño cuerpo de Maya tendido en el suelo inmóvil, lleno de sangre y con la ropa desgastada.

La vida duele, el mundo da vueltas, la angustia me come a paso lento y pierdo los sentidos. No escucho. No veo. No reacciono. Los pies me pesan y no puedo moverme como si me hubieran pegado las zapatillas al suelo.

Recupero los sentidos cuando el sonido de una explosión retumba en mí, corro hacia Maya y la incorporo, me saco el chaleco antibalas y se lo coloco a ella con cuidado. La sujeto por la espalda y por la parte trasera de sus rodillas y la llevo en mis brazos.

Doy la vuelta y salgo por donde he venido prácticamente corriendo, me dirijo hacia la salida pero hay un derrumbe y no puedo pasar por ahí, los soldados desaparecieron hace rato, camino por todo el lugar en busca de un hueco, otra parte del techo se derrumba frente a mí y trato de proteger a Maya con mi cuerpo.

Sigo buscando un sitio por donde escapar y al fin veo la luz, salgo y voy corriendo hacia el jeep. Coloco a Maya en el lado del copiloto cuidadosamente y luego me dirijo al lado del conductor. Arranco lo más rápido que puedo y salgo de ahí para llevar a Maya al hospital.

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora