Capítulo 16

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Maya

Son las dos de la mañana, Allan y yo estamos sentados en un banco arriba de una gran montaña donde se puede ver todo el pueblo de Lost.

Las luces se ven lejanas, y la tranquilidad del silencio me hace sentir segura. Ni un solo ruido, ni nada por el estilo, solo paz y libertad.

Noto como Allan se levanta y escucho una melodía que reconozco de inmediato procedente de su móvil que lo deja encima del banco.

—¿Me concede este baile señorita Collins? —Me extiende su mano y yo me levanto.

—Por supuesto señorito Boyle —acepto su mano.

Coloca una mano en mi cintura y con la otra sujeta la mía. Enredo mi mano que queda libre por la parte trasera de su pelo.

Comenzamos a movernos al ritmo de la música, nos miramos a los ojos y veo el brillo en ellos.

Él comienza a cantar y aprieta el agarre de mi cintura, mi pulso se acelera, le sigo el ritmo como puedo, mis pies se vuelven torpes, su mirada es intensa y me cuesta respirar. Cantamos al unísono pero mi voz tiembla, le sigo la canción y él se calla, no aparta la mirada de mí. Raro en él.

Veo como traga duro porque la nuez de su garganta se mueve. Me da una vuelta y vuelve agarrarme de la cintura.

Nos mantenemos cerca, mirándonos, como si pudiéramos descifrarnos.

A los minutos me alejo de él y nos volvemos a sentar en el banco, él me envuelve con su brazo y permanecemos juntos en un abrazo.

—¿En qué piensas? —susurra.

Respiro hondo y sonrío para mí misma.

—¿Ves lo bonita que es la noche? La oscuridad, el silencio, las estrellas. Yo soy como la noche, tan apagada y desconectada del día.

—Más bien eres como las estrellas, tan simples, tan bonitas, que no les hace falta nada más que oscuridad para brillar.

—No siento que brille como una estrella, siento que yo soy la oscuridad que les hace falta.

—Eres más que eso May, eres luz, aunque verte ahora tan apagada me duele tanto, quiero llevarte a la playa, al bosque, a ver las estrellas, a tus lugares favoritos, quiero verte feliz, quiero verte sonreír, quiero que sepas que todas tus cicatrices son preciosas y que eres hermosa tal y como eres May —dice en un hilo de voz —. Es por eso que quiero darte esto —saca de su bolsillo un collar y me lo entrega, lo observo e identifico que es el de Nisha —. El collar de Nis.

—¿Qué significa esto? —Lo aprieto en mi mano.

—Quiero que se lo entregues tú como la primera vez que lo hiciste, ella me lo dio para tí, ayer salió del psiquiátrico al fin —me sonríe.

—¿De verdad? —Asiente con la cabeza.

—En unos días se mudará aquí con sus abuelos y podrás verla.

—Eso es genial —apenas susurro.

—Va a ser genial.

Sonrío ante su recuerdo, su sonrisa y lo bien que me hacía sentir en el psiquiátrico cuando todo se volvía oscuro.

—¿De qué conoces a Marco? —Pregunto sin pensar.

—Es un tema delicado May —respira hondo —. Es mejor que no hablemos de eso, no ahora.

—¿Por qué?

—Porque es difícil de asimilar, ¿entiendes?

—No, no lo entiendo Allan —comienzo a enfadarme —. Si tiene que ver sobre mi pasado es justo que lo sepa, ya ha pasado mucho tiempo, quiero saberlo.

—Lo sé Maya, sé que no es justo pero yo no soy quien para decírtelo.

—¿Quién me lo dirá? Mi padre ya no está para contármelo.

Lo miro, no responde, sus ojos están mirando a un punto fijo y sé que no va a hablar.

Decido pasar del tema y acurrucarme un poco más en él, deja un beso en mi frente y hablo.

—Te amo, Allan.

—Lo sé.

Le doy un golpe en el pecho y escucho como se ríe.

—Yo también te amo, May —susurra.

Y pensar que esas fueron sus últimas palabras.

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora