Capítulo 11

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Maya

Me levanto desubicada, no sé donde estoy, es una habitación pero no es la mía, es oscura y estoy atada de pies y manos en el suelo, el roce de las cadenas con mi piel es doloroso. Lo último que recuerdo es salir del bar y caminar por las calles. Mi cuerpo se pone en alerta cuando paseo la vista por el lugar y reconozco donde estoy de inmediato. Escucho pasos y mi piel se eriza cuando veo que abren la puerta.

Cierro los ojos y sin pensarlo ataco, no sé quién es hasta que mis ojos se abren y veo que solo es un niño.

La sangre brota de su pecho, está tirado en el suelo y la comida también.

—So... sólo eres un niño.

Las lágrimas se deslizan por sus mejillas, ahora su camiseta está rota y ensangrentada.

—Está bien, está bien... tranquilo solo es una herida superficial —me intento acercar pero las cadenas me retienen.

Con los restos de su camiseta presiono la herida, se queja de dolor y aparto la mirada.

—¿Cuántos años tienes?

—Di... diez.

—Dios, lo siento tanto, ¿él te hizo algo?

—No.

—Tienes suerte.

—Quiero sacarte de aquí —dice.

—Ni lo intentes, es imposible.

—Lo haré, juro que lo haré —su herida deja de sangrar.

—Soy Maya Collins, ¿y tú? —Le extiendo la mano.

—Eros Manson —acepta mi mano.

—Ten cuidado, hay un chico de tu edad llamado Marc Anderson, he escuchado que es un psicópata, trabaja para Luca Muller.

Mis palabras se atragantan.

—Imagino que tu también trabajas ahora para él pero quieres sacarme de aquí, solo sé fuerte, haz lo que el diga, yo me encargaré del resto —le doy una sonrisa de boca cerrada.

Asiente con la cabeza rápidamente.

—Toma ponte esto y sal de aquí —me quito la vieja chaqueta que llevo puesta y se la doy.

—Gra... gracias —la acepta y se la coloca saliendo de ahí rápido.

Mi cuerpo pesa, me rindo y apoyo mi espalda en la pared de detrás de mí, de nuevo escucho pasos y sé que está vez no puedo hacer nada, espero a que abran la puerta y me encuentro con su mirada oscura.

Trago grueso cuando se acerca a mí y sujeta mi barbilla con un revólver, obligándome a mirarle.

—Veo que ya te has despertado cariño —me sonríe falsamente —. Pero que bonita eres —con su mano derecha acaricia mi cara —. ¿Vas a seguir igual de callada princesa?

—Suéltame —mi voz es un hilo y es lo único que logro decir.

—Pero que mandona estás, una pena que no pueda hacerlo, ¿verdad? Maya —hace énfasis en las últimas palabras y escuchar mi nombre saliendo de su boca me da arcadas.

—¿Cuánto tiempo llevo aquí? ¿Por qué estoy aquí? — Consigo preguntar.

—Oh querida, llevas aquí exactamente diecinueve días, hoy en día 29 de noviembre y si no me equivoco, es el cumpleaños de tu padre —su sonrisa es siniestra.

—¿Qué le has hecho? —Me remuevo en el sitio pero la firmeza de su mano con la que me apunta con la pistola provoca que me quede quieta.

—Tranquila cariño, el está buscándote en algún lugar de este mundo —se ríe sarcásticamente —. Como si pudiera encontrarte.

—Suéltame Luca Muller —digo, firme aunque las lágrimas me estén apunto de salir.

—Veo que aún recuerdas mi nombre —baja el arma y se lo guarda dentro de la chaqueta.

—¿Por qué estoy aquí?

—¿No es obvio, cariño? —Acaricia mi cara de nuevo.

Cierro los ojos con fuerza, todo se vuelve oscuro una vez más.

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora