Capítulo 22

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Marco

Las oscuridad me da la bienvenida cuando abro los ojos y solo veo negro. La luz de la luna se cuela por el gran ventanal y me levanto de inmediato cuando no siento el pequeño cuerpo de Maya a mi lado.

La busco por toda la casa pero no hay ni rastro de ella, sus cosas han desaparecido también.

Agarro mi chaqueta y me la coloco mientras que salgo de ahí con rapidez.

Voy hasta el lago y cuando llego al muelle de madera veo de lejos su ropa en el borde, voy corriendo hacia allí y miro hacia todas las direcciones pero no la encuentro.

Observo las ondas del lago y es cuando veo a Maya sumergida en el agua congelada, sin ninguna intención de salir.

Salto. El frío me golpea y la busco entre las profundidades, cuando doy con ella, la sujeto por la espalda y la parte trasera de sus rodillas para sacarla de ahí lo antes posible. La llevo hacia la superficie para que el aire llegue a sus pulmones y pueda respirar.

Nado con ella en brazos hasta el muelle y la tumbo, salgo del agua y me acerco a ella comprobando que respire, no lo hace y entro en pánico. Coloco su cabeza de lado y expulsa todo el agua de su boca.

Sujeto su cara entre mis manos temblorosas y empiezo a ver borroso cuando las primeras lágrimas me salen, camuflándose con el agua que se resbala por mis mejillas.

—Maya, por favor, responde —susurro.

Acerco mi boca a la suya y tapo su nariz intentado conseguir que el aire entre en sus pulmones.

Acaricio su pelo, espero unos segundos y vuelvo a repetir la misma acción, así varias veces hasta que veo como abre los ojos y el aire llega a sus pulmones, noto como su pecho sube y baja con rapidez.

Sus ojos me miran, pero solo veo vacío en ellos.

La sujeto entre mis brazos de nuevo y la llevo hasta entrar en la casa, la tumbo sobre el pequeño sofá y enciendo la chimena rápidamente. Busco una toalla y ropa seca para ella.

Permanece con los ojos cerrados cuando la envuelvo con una manta y dejo un breve beso en su frente.

Me siento en el sofá que está en frente y la observo, su pelo castaño mojado se le pega a la frente, su piel brilla bajo la luz que produce el fuego, incluso puedo llegar a ver varias pecas sobre su pequeña nariz.

Se mueve en su sitio, queda mirando hacia a mi y abre los ojos, su mirada grita cansancio y miedo.

Me regala una sonrisa de boca cerrada y vuelve a cerrar los ojos lentamente.

—Marco —susurra con la voz débil.

No respondo, mi silencio le da a entender que continúe hablando.

—Quiero morir —balbucea.

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora