Epílogo

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Allan (Siete años después)

—¿Cómo se encuentra hoy mi pequeña Willow? —Me río.

—No me digas que me vas a seguir llamando así, ya tengo 16 años, he crecido.

Le cambio las vías y compruebo que todo esté bien.

—Siempre serás mi pequeña, aún recuerdo como si fuera ayer cuando entraste a este hospital.

—Solo era una niña.

—¿Te duele algo? —Ella niega con la cabeza.

—Bien, parece que los calmantes te están haciendo efecto. Si necesitas algo no dudes en pulsar el botón —le doy una sonrisa.

—Bonito colgante, nunca te lo había visto —lo señala.

—Es de una persona muy especial para mí —sonrío tristemente ante al recuerdo de Maya—. Todos tenemos a una persona especial en nuestras vidas, esté o no presente en ellas.

—¿Tú crees?

—No lo creo, estoy seguro.

—Hablas como si hubieras perdido a esa persona.

—Y la perdí.

—Lo siento.

Suspiro y me siento al borde de la cama.

—Ojalá puedas salir de aquí pronto y poder vivir tu vida como te lo mereces —hago una pausa—. Cuando pierdes a alguien tan importante para ti, es cuando le empiezas a encontrar el sentido a la vida, ella se fue y mi vida dio un vuelco de 180 grados, me puso el mundo al revés —señalo al collar—. Me dejó desolado y sin saber que hacer.

—Que roto se debe estar para hablar de esa manera.

Recuerdo la sonrisa de Maya.

—Ni te lo imaginas pero el mundo sigue y aprendes a vivir con ello.

—¿Estabas enamorado de ella?

—Fue el amor de mi vida.

Me quito el collar y se lo doy a ella.

—Quiero que te lo quedes.

—Pero yo no merezco algo así —una lágrima se desliza por su mejilla y yo se la seco con el dorso de mi mano.

—Eres como una mini versión de ella, se que lo cuidarás bien —se lo coloco alrededor del cuello y dejo un beso en su frente.

—¿Por qué crees eso?

—Ella también tuvo cáncer, nunca se rindió, siempre supo sacar las fuerzas como para seguir al igual que tú, sé que podrás, sé que lo conseguirás Willow.

—¿Cómo se llamaba?

—Maya —suspiro —Maya Collins Henderson.

—Ahora sé que llevaré un pedacito de Maya y que por alguna razón extraña siento que la conozco de toda la vida.

Observo de nuevo el collar en forma de media luna y sonrío tristemente.

—¿La ves reflejada en mí?

—Lo vi desde el primer día. Aún siento que sigue rondando por aquí y que no la he perdido del todo.

—Nunca la perderás si los recuerdos persisten.

Hubo un silencio.

—Luego vengo a comprobar que todo esté bien.

Me levanto, salgo de la habitación y me dirijo a la cafetería porque es mi hora de descanso.

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora