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16 horas

¡¿Había perdido una hora?! ¿Cómo había pasado? Debía haber estado más tiempo del que pensaba en la tienda de ropa. Aceleré tras el caballero, o lo intenté, porque cuando di unos pasos me di cuenta de que estaba sola. ¿Dónde se había metido?

―¿M-milord? ―le llamé preocupada.

―Menudo nombre tan ridículo. ―Una carcajada femenina a mi izquierda me hizo gritar. Era una chica no mucho mayor que yo.

Su pelo rubio y sus ojos azules ya no llegaron a sorprenderme. Quizá allí todo el mundo era igual. Debía haber poca variación genética. O yo tenía poca imaginación, si es que aquello era mi sueño. Estaba tranquilamente sentada sobre una mesa de póquer, comiéndose una piruleta con forma de corazón a lengüetazos.

―¿Quién eres? ―pregunté nerviosa.

―¿Es importante? ―replicó, dándole otro lametón a su dulce.

―Supongo que no. ¿Has visto a un tipo vestido de caballero?

―No, te he visto a ti solita. ¿Quieres? ―Me ofreció de su dulce.

Agité la cabeza y eché a andar, tenía que encontrar al caballero, él sabía cómo salir de allí. Sin embargo, la chica se puso de pie y empezó a seguirme entre las filas de tragaperras.

―¿Reconoces este lugar? Es el casino de tu familia, más importante para tu hermana que tú.

―Nunca he visto ese casino, así que no puede serlo ―repliqué incómoda.

―¿No te da envidia que tu padre sí que la criase a ella, pero tú no fueras suficientemente importante como para ir siquiera a buscarte cada vez que te expulsaban de un internado? ―insistió.

―Dudo que ningún Millerfort lo haya tenido fácil, incluida Jade, por muy cabrona que fuese.

Me paré para encararla, ni siquiera estaba segura de dónde había salido toda esa información, pero mi pasado estaba mucho más claro de golpe. Al menos, antes de llegar a Jade. Lo de después seguía siendo un absoluto misterio. Y estaba claro que había un después. Incluso sin espejo podía notar que mi cuerpo estaba mucho más desarrollado que cuando estuve allí con mi hermana. Aunque quizá, precisamente era por ser un sueño y me había dotado mucho mejor...

―¿Eso te dice ella para sentirse menos mal por nadar en la opulencia mientras tú te pudrías en esos internados? ―replicó la chica―. ¿Recuerdas la de veces que ni siquiera pudiste comer porque las demás no te permitían ni entrar al comedor? ¿La de veces que te torturaron por la noche solo para reírse? ¿Los golpes y empujones...? ¿Lo recuerdas? Y mientras, Jade y el resto de tus hermanos, como Lorcan, acumulaban dinero y disfrutaban de la vida...

―Son mis hermanos... ―resoplé, echando a andar de nuevo.

Sin embargo, esa pesada no se dio por vencida.

―Y no te quieren, no les importas. Y tú tampoco los quieres. Solo deseas lo que ellos tienen. Lo que tenían tus compañeras...

―¿Y eso era dinero, según tú? ―Me reí de ella, señalando las tragaperras.

―Dinero, viajes, ropa chula... Una familia. El pack completo. ¿Por qué conformarte, si puedes tenerlo todo?

―Yo ya lo tengo todo ―repliqué―. No siento envidia, ya no.

―Pero antes sí, ¿no? Te pudría por dentro. Las mirabas con los ojos entrecerrados y la barbilla alzada con superioridad, pero, en el fondo, fantaseabas con ser como ellas.

―Quizá ―acepté sin ganas.

―¿Y si pudiera dártelo todo? Dinero... ―Pasó la mano sobre la fila de tragaperras, que empezaron a escupir monedas, produciendo un ruido más estridente―. Familia, amigos, amor... Todo. ¿Acaso no quieres una familia y un novio?

Cuando llegue tu hora - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora